Inicio
Áreas USAL
Close
Pasar al contenido principal

SECRETARÍA DE PRENSA
a/c Rectorado

Avenida Callao 801, C1020ADP
Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina
Tel. (+54-11) 4813-3997 o 4014 (ints 2111 o 2108).
Dr. Alberto Castells

Entrevista al Dr. Alberto Castells, primer egresado con título habilitante de nuestra Universidad

El Dr Alberto Castells es Doctor en Derecho Constitucional con orientación en Ciencia Política; Doctor en Jurisprudencia, egresado de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas; investigador principal del CONICET; docente de grado y posgrado en distintas universidades e integra diversos comités de evaluación. Además, es jurado de tesis doctorales en ciencia política, derecho y sociología; y tiene el honor de haber sido el primer egresado con título habilitante de nuestra querida Universidad.

Luego de realizar sus estudios superiores en la Universidad de París Sorbonne I, Francia, entre 1969 y 1971, el Dr. Castells obtuvo su título de Doctor en la Universidad del Salvador el 2 de octubre de 1985. Luego, fue docente de las cátedras de grado en la Facultad de Ciencias Sociales, donde dictó “Teoría y Derecho Constitucional”; y en la Facultad de Ciencias Jurídicas, en “Derecho Constitucional”. En la Facultad de Ciencias Sociales, además, fue docente de posgrado en la cátedra de “Teoría Política”. Desde el 7 de abril de 2011 es Profesor Emérito de nuestra Casa de Estudios.

“Durante los seis años de Universidad viví una experiencia extraordinariamente intensa que culminó en el examen de Habilitación Profesional, rendido en la solemne Aula Magna ante un tribunal del Estado y rodeado por un festival de crónicas, reportajes y fotos de los principales medios gráficos y audiovisuales. Éramos noticia, y en aquel momento pude vivir mis cinco minutos de fama gracias a un impecable examen que mereció la felicitación unánime del tribunal integrado por tres reconocidas eminencias del Derecho. Aquella consagración legal fue la que hoy garantiza la validez del título y nos habilita para ejercer la profesión en todo el territorio de la República”, expresó Castells, hoy octogenario y lleno de sabiduría, reflejado en el “Diploma de Honor” que obtuvo gracias a dicha presentación final.

Su promoción, la primera de la Facultad de Ciencias Jurídicas, contribuyó intensamente a la construcción de una nueva Universidad, donde nada se había dado y todo estaba por hacer. Junto con sus compañeros, por ejemplo, lanzaron la Revista “Aequitas”, que hoy se continúa editando.

Su paso por nuestras aulas forjó un pensamiento único y un humanismo integrado que acompañaba los fines y propósitos de la Universidad del Salvador: búsqueda y avance del conocimiento, organización moderna de los claustros, perfil del graduado calificado y la responsabilidad ante la sociedad. Enamorados de la ciencia y la cultura, los alumnos ayudaban a tener una Universidad de excelencia, con mejores profesores y metodologías de enseñanza que generaban un rico acceso al conocimiento nuevo.

“Mi ingreso a los Institutos Universitarios del Salvador fue un arriesgado salto al vacío porque nuestros títulos académicos no eran oficialmente reconocidos y la sanción de la Ley de Universidades Privadas tardaba en llegar. Finalmente, el Poder Ejecutivo promulgó la ley y dispuso su reglamentación final”, recuerda el Dr. Castells de sus inicios en nuestra Casa de Estudios.

En 1967 empezó su tránsito desde la abogacía hacia la investigación científica con tres motores de impulsión: su ingreso a la docencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas; su designación como  Secretario Académico del por entonces Rector, Padre Ismael Quiles S, J.; y su ingreso al Conicet como becario, a instancias de quien fuera su primer presidente, el premio Nobel Bernardo Houssay. “Es una celebridad a quien tuve oportunidad de conocer y de quien recibiera el mejor consejo: ‘Si usted decide abandonar el ejercicio de la abogacía ¿por qué no elige una profesión mucho más gratificante… la investigación científica?’. Y así ocurrió: ingresé al Conicet como becario externo con destino a Francia para la realización de estudios de posgrado en la gran área de las ciencias sociales”, manifestó.

Sobre su condición de Secretario Académico, Castells recuerda: “transcurrió en una época de pluralismo dentro de la Orden de la Compañía de Jesús, donde los jesuitas eran reducidos al estado laical y la Universidad privada tenía un destino incierto. En su habitual comunicación con la Casa Generalicia de Roma, el Padre Ismael Quiles me convocaba a su habitación para la redacción de la correspondencia “reservada” para escribir los textos que él me dictaba en su clásica posición de yoga”.

El recuerdo del Padre Quiles es sumamente cercano para Castells. “Era una figura de primer nivel que en algún momento había saltado a los medios escritos y audiovisuales, fogoneado por el Canal 7 (hoy TV Pública), el más importante de los pocos canales existentes por entonces. Con ese mismo estatus y brillando con luz propia, Quiles nunca dejaba de asistir a las recepciones de embajadas y organismos oficiales toda vez que era invitado. En algunos casos me tocaba acompañarlo. Llegado el momento de los licores, Quiles siempre aparecía con una copa en la mano, con un rictus de origen valenciano, pero nunca tomaba nada. De ese modo siempre tenía la copa llena, de modo que los mozos observaban discretamente y pasaban de largo”, menciona Castells a modo de anécdota.

Para nuestro ilustre graduado, “Quiles fue evolucionando en su pensamiento al ritmo de los acontecimientos cruciales de la Guerra Fría entre potencias y como testigo privilegiado de los momentos políticos del país. Su Filosofía Insistencial tuvo y tiene una gran actualidad frente al Existencialismo que era y es una cosmovisión de culto. Quiles proponía conocer al ser humano yendo desde adentro hacia afuera. Yo creo que eso es muy importante, hoy, frente a todo lo que vivimos: sociedad de masas, sociedad de consumo, sociedad del espectáculo. Algo conectado con esto, les diré que a mí me tocó organizar el índice analítico (por materias) de su libro La Persona Humana, obra filosófica de envergadura cuyo contenido tuve que estudiar y cuyo índice debí organizar con la mayor contracción y reflexión. Yo creo que en sus años de rectorado la mente del padre Quiles fue evolucionando desde lo conservador de sus ideas hacia lo innovador de sus acciones. La parábola de su mente sería, en mi opinión, conservador como teólogo e innovador como Rector. Lo viví en carne propia al ponderar sus decisiones. Eso fue muy importante en mi formación”, expresó.

En su carrera tuvo como Decano a otro maestro para él, el Padre Vicente. M. Alonso S. J., alma mater de la Facultad a quien evoca siempre. Por su condición de jesuita atesoraba una formación muy completa que brindaba “ciencia a la mente y virtud al corazón”. Como Doctor en Derecho Canónico tenía ideas claras sobre la enseñanza y la investigación en el campo de la Ciencia Jurídica y del Derecho positivo. Como emprendedor visionario sabía cómo construir, con el esfuerzo de todos, una Universidad moderna.

También recuerda con mucho cariño a los docentes con los que contó aquella primera promoción, verdaderos maestros de quienes aprendieron mucho y a quienes trataban con verdadera unción. Eran modelos de una profesión cuya práctica apuntaba a la realización de los grandes ideales del Derecho.

Varias veces participó, además, de comidas reservadas que tenían lugar en el comedor privado del Colegio-Universidad. “Eran comidas memorables con personajes de primerísimo nivel: recepción a Arnold Toynbee, el historiador universal; a Indira Gandhi, la estadista india; y a otros personajes de perfil bajo, pero también importantes en la política de aquellos tiempos en que el Padre Quiles aparecía como un referente cultural ante la sociedad”, recuerda.

Por último, Castells nos deja tres anécdotas con dos personajes entrañables de nuestra Universidad: Juan Alejandro Tobías, S. S. Francisco y el Padre Guillermo Furlong.

“En 1977 organizamos en la USAL una actividad académica con el ministro de la Corte Suprema, Raúl Eugenio Zaffaroni. En nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas, donde ambos éramos profesores, armamos una jornada internacional, invitando a dos grandes figuras de la penalística: el jesuita Antonio Beristain Ipiña, criminólogo vasco; y Giusseppe Bettiol, asesor jurídico del Vaticano. Para traerlos a la Argentina, afrontamos el riesgo de pagarles el pasaje y la estadía. Como era una actividad arancelada y hubo bastante concurrencia, recaudamos lo suficiente como para poder asumir la financiación y los gastos. Pero el padre Beristain Ipiña, jesuita progresista fue bastante mal recibido en la Argentina, y esto a mí me significó un buen dolor de cabeza. Siendo yo responsable del evento recibí un llamado del Rectorado, ordenándome acompañar al padre Beristain Ipiña al Colegio Máximo de San Miguel, porque el Padre Provincial, Jorge Mario Bergoglio, quería tener con él una conversación reservada sobre su presencia y actuación entre nosotros. Todo culminó cuando el entonces asesor del Rectorado, Juan Alejandro Tobías, me enrostró en auténtica corrección fraterna: "Castells, te pasaste, trayendo al país a este personaje”.

“De 1968 guardo para el recuerdo el caso de un famoso “maestrillo”. Así se llama en la Compañía de Jesús a quienes, no siendo todavía sacerdotes ordenados, realizan sus primeras prácticas de espiritualidad y docencia con los estudiantes de 4° y 5° año del secundario, en este caso en el Colegio-Universidad del Salvador. Y había un “maestrillo” que venía casi todos los días al Rectorado a retirar correspondencia que, muy asiduamente, recibía desde Italia ¿Qué te trae por acá? le decía yo en tono amable y tuteándolo amigablemente porque él era dos o tres años menor que yo y, además, aún no era sacerdote. “¿Y?, ¿hay cartas o no hay cartas para mí? –preguntaba- Cuando venían las cartas, yo las entregaba y él las recibía, los dos con un rictus de complacencia. Ese “maestrillo”, que a veces se mostraba con un juvenil y santo mal humor al no recibir las cartas esperadas era Jorge Mario Bergoglio; sacerdote después; Provincial al poco tiempo, inesperado Arzobispo de Buenos Aires y finalmente el Papa Francisco”.

En 1968, el historiador y Premio Nóbel Arnold Toynbee, de paso por Buenos Aires, fue homenajeado con un almuerzo en el Colegio del Salvador, oportunidad inmejorable para hacer partícipe del ágape al Padre Furlong, historiador de prestigio y émulo de quien figuraba primero en el ranking del planeta. El anfitrión del evento, el Padre Ismael Quiles, le encomendó a su secretario, Alberto Castells, transmitir en persona la invitación al P. Furlong. “Cuando fui a buscarlo a su habitación quedé impresionado por la austeridad del viejo habitáculo donde esqueletos de cajones de fruta hacían las veces de biblioteca y sillas destartaladas reemplazaban a cómodos asientos. A punto de dar clase de inglés en el Colegio, Furlong acomodaba sus escritos en un viejo portafolio, calzaba sus zapatos gastados y vestía su sotana desteñida. Al hacerlo partícipe del ágape asintió muy honrado hasta que le transmití de viva voz la discreta condición pedida por el Padre Quiles: “El Rector Quiles le pide, Padre Furlong, que se presente a la comida de homenaje con su flamante “clergyman” en lugar de la vieja sotana lustrosa y desteñida”, le dije. La reacción iracunda de un semblante austero y de vehemencia irlandesa irrumpieron en la escena sin la mayor contemplación: ¡My dear boy! Hágale saber al Rector que rechazo tan honrosa invitación, sin que mi decisión deba llegar a oídos del gran historiador de la Humanidad Arnold Toynbee. Más allá de esto, el Padre Furlong fue “El custodio de nuestra historia”; y lo hizo a través de una fecunda tarea vocacional, gran espíritu de laboriosidad; disponibilidad y sencillez”.

Para terminar, el Dr. Castells dejó un mensaje para los alumnos y graduados de nuestra Casa de Estudios: “La experiencia universitaria de los años germinales la viví en un momento crucial de mi desarrollo personal, intelectual y académico que me marcó por el resto de mi vida. Sin duda fui partícipe de la “época de oro”, porque la situación universitaria era muy diferente de la existía antes y de la que vino después. He conocido el ambiente cultural de otras universidades, tanto de Argentina como de otros países; y sin pretender juzgarlas por sus fortalezas y debilidades, les puedo asegurar que las cosas positivas hechas por nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y por la Universidad del Salvador tienen una significación y trascendencia merecedora del más decidido y espontáneo aplauso”.
 

Compartir: