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Populismo, polarización y postverdad

Por Eloy Mealla

“Preparar el futuro exige discernir el presente” con estas palabras iniciales se dirigió el R.P. Arturo Sosa S.J, Superior General de la Compañía de Jesús, a la Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU), celebrada en Boston (Estados Unidos) en agosto de 2022.

Discernir supone un doble ejercicio. Por un lado, implica orientarse desde el principio y fundamento de la misión, en este caso, el de la universidad de inspiración ignaciana; y, por otro lado, ser capaces de “soltar las riendas” –dice expresamente el P. Sosa– y aprender a leer los signos de los tiempos actuales. Justamente, el R. P. Jorge Bergoglio S.J. dirigiéndose en 1974 a la Universidad del Salvador decía algo similar: “Avanzar mediante el retorno a las fuentes”.

El Padre General destaca, además, en su alocución a la IAJU, dos características de nuestro tiempo a las cuales las universidades deben prestar particular estudio y respuesta: la diversidad cultural, “la interculturalidad”, y la variedad de edades que conforman hoy la población humana, “la intergeneracionalidad”.

Reconocer la diversidad cultural es una corriente que se mueve en una dirección alternativa a la imposición de un mercado único mundial subordinando a todos los seres humanos a un mismo esquema de producción y consumo. Ahora bien, no alcanza contentarse con la simple “multiculturalidad” que podría llevarnos a guetos incomunicados y hostiles entre sí, sino que debemos abrirnos a la interculturalidad como proceso de enriquecimiento humano, evitando la imposición de una cultura sobre otras.

En cuanto a la “intergeneracionalidad”, el Padre Sosa constata en su mensaje que, a diferencia de siglos anteriores, muchas generaciones conviven hoy simultáneamente. En estes caso, el desafío consiste en establecer un auténtico diálogo entre las generaciones. El Papa Francisco repetidamente ha convocado al reconocimiento y valorización de las generaciones que nos preceden, denunciando el abandono de los mayores propugnada por una cultura del descarte.

En otro tramo de la exposición que venimos reseñando se hace referencia a la tarea de la universidad de contribuir a dar sentido pleno a la vida humana que incluye necesariamente la dimensión política y lleva a la participación en la vida pública de cada persona. A esto se opone –en la visión del Padre Sosa– la creciente tendencia, en todas partes, a las autocracias que pretenden el poder sin límite y se distinguen por tres componentes, “las 3 p”: populismo, polarización y postverdad.

El populismo es definido como el vaciamiento de la voluntad de los pueblos que debilita las organizaciones civiles y elimina la función de los partidos políticos, convirtiéndose el autócrata en el auténtico interprete de la voluntad popular y el único que puede hacerla realidad. Junto a ello se propicia la polarización de la sociedad con seguidores que se comportan como fanáticos. Los que no se adhieren son considerados enemigos a neutralizar o eliminar.

A su vez, la postverdad es definida como confusión conceptual y desinformación, y se convierte en incontrolable difusión de la falsedad (fake news) y en un instrumento de dominación. De este modo, “las 3 p” alimentan la incertidumbre que lleva a la parálisis política o la resignación y multiplican las actitudes de la anti-política, perdiéndose el sentido de participar activamente en la búsqueda del Bien Común.

El Superior General considera finalmente que como universidades tenemos la enorme responsabilidad de contribuir a distinguir la verdad de la mentira, promoviendo la participación en la vida pública y la formación política basada en la fortaleza de las instituciones y la legalidad. En ese sentido recuerda una máxima de la pedagogía ignaciana: promover instituciones y personas “con y para los demás”. Es decir, personas “integrales e integradas, capaces de discernir el presente a lo largo de toda su vida y se compromete en la búsqueda de la justicia social y ecológica”.

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