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SECRETARÍA DE PRENSA
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Ernesto Gil Deza

"Re-Curso Humano para el cuidado de los enfermos - Reflexión 117"

La imprevisibilidad, profundidad y duración de la pandemia del Covid 19 ha puesto de manifestación la fragilidad personal, el desafío social y la vulnerabilidad de los sistemas de salud más robustos.

Esto ha costado muchas vidas y demasiadas pérdidas por lo que su impacto va a perdurar por mucho tiempo. 

Es también una oportunidad para revalorizar lo que es esencial e irremplazable ¿Qué es lo que está en el núcleo del cuidado de un enfermo?

Mi modelo médico no es un médico. Mi modelo médico es la actitud del Cristo frente a los enfermos.

La mayoría de los milagros de Cristo están relacionados con la restauración de la salud o de la vida. El cuidado de los enfermos es una parte tan sobresaliente que aún sus detractores hablan de El cómo el médico. 

Se ocupó personalmente de limpiar las llagas de los leprosos, devolver la vista los ciegos y el habla a los mudos, hizo caminar a los paralíticos y restauró la movilidad a la mano del tullido, yuguló la fiebre de la suegra de Pedro, curó al sirviente del centurión y volvió a la vida al hijo de la viuda, a la hija de Jairo y a su amigo Lázaro (que ya llevaba varios días sepultado).  

Si contabilizamos los milagros veremos que los relacionados con la salud veremos que son mucho más numerosos que los demás, por eso esto abre dos perspectivas: la primera es que la enfermedad humana puede ser un camino para el encuentro con el Señor, nuestras dolencias y carencias pueden ser un modo de ir hacia El.

Esto lo he visto muchas veces en mi especialidad, hay una suerte de ateísmo práctico sustentado en la falsa seguridad que da la salud y el dinero, en el que disfrutamos de las maravillas de la tecnología moderna que parece hacer a Dios innecesario y hasta superfluo. Nos hace creer que podemos prescindir de Dios en nuestra vida cotidiana, y muchas veces el infortunio, la enfermedad y la muerte, nos brindan un estado de alerta que nos hace tomar conciencia de nuestra condición creatural, vulnerable y frágil, condición. por otra parte, universal, democrática e inclusiva, todos la vamos a padecer.

En esas circunstancias ¿Es Dios nuestra primera opción? Depende de la persona y la enfermedad. ¿Es Dios una opción que elijan todos? Probablemente no. ¿Es Dios una opción para muchos? Probablemente si, y aquí es muy importante recordar que va a depender grandemente de cómo creamos que es El, la manera en la que nos relacionemos. Aquí más que en ninguna otra circunstancia se pone en evidencia de que nuestra Fe no es la creencia en algo sino en alguien y que nuestra oración es fundamentalmente hablarle a El y escucharle a El.

La súplica, negociación, resignación, reconciliación, consolación, entrega, reclamo o pedido con que nos dirigimos a El son muchas y muy diversas, El que conoce la intimidad de nuestro corazón debe conocer muchas más. Les recomiendo que sigan la catequesis de nuestro Pastor sobre la oración es un deleite del que no me privo ningún miércoles.

Pero además de observar la actitud que nosotros como creyentes tenemos en el momento de enfermedad y limitación, en esta reflexión en particular quiero detenerme en las actitudes de Cristo ante el enfermo. En esto es nuestro Maestro.

El Dios eterno que se hizo historia, se aproxima a la criatura en la mayor vulnerbilidad, abandono, exclusión, marginalidad e inutilidad. Lo que es despreciable para los hombres es motivo de atención para Dios. 

Ese es el primer gesto: respeto, volver a observar, detenerse a observar, es la antípoda de la indiferencia. Cuántas veces para nosotros la vida de los demás es monótona, anodina, minúscula, todos adjetivos peyorativos, en cambio Dios se detiene, observa y escucha, en la cacofonía de la muchedumbre detecta la voz del ciego, en el fárrago de la ciudad detecta el cortejo fúnebre, en la fatiga del camino percibe el lamento de los leprosos. Cada vez que rezo “que venga a nosotros tu reino” pienso en ese pedacito de cielo que llevó el Cristo a cada sufriente, respetándolos, observándolos y escuchándolos. Aquí y ahora, se aboca a prestar toda su atención al que sufre ¿Cuántos de nosotros escapamos al dolor y al sufrimiento del otro? ¿Cuántos de nosotros estamos frente a un paciente sin pensar en un pasado inmodificable ni un fututo impredecible? 

El segundo gesto es a corazón abierto, escucha con los oídos, con los ojos y con su corazón, percibe el padecimiento que afecta la totalidad de la persona y a sus allegados. Percibe la injusticia detrás de la condena, el miedo detrás del prejuicio, la soberbia detrás de la exclusión, la confianza detrás de la angustia, la esperanza detrás del despojo. Percibe el dolor de las familias y se admira ante el descaro de los amigos, que son capaces de destechar una casa para que el paralítico camine. Qué sensible el corazón del maestro. Nadie que se acerque al dolor genuinamente puede salir indemne.

El tercer gesto es restaurativo. No da sólo movilidad a los miembros, devuelve la libertad. No sólo limpia la piel, devuelve la dignidad. No sólo permite ver y oír, brinda el conocimiento. La restauración es volver a darle al hombre el dominio de su vida. Ese dominio que expropió la enfermedad o la muerte. Dominio que se recupera por una razón: la Fe, por una voluntad: la divina y para una tarea: vivir en plenitud, que para mí es servir.

El servicio brinda serenidad, felicidad y libertad, participa de la construcción del reino y permite vivir en plenitud. ¿En qué consiste esa plenitud? Para mí, en contestar cuatro preguntas: ¿Estás haciendo en cada instante lo que deseas? ¿Con quienes deseas? ¿En dónde deseas? ¿Del modo en que deseas? Si a todas las preguntas la respuesta es afirmativa, estas viviendo plenamente; pero si algo desearías cambiar, si para alguna de las preguntas la respuesta es negativa, es porque no estás haciendo lo que amas o amando lo que haces, y algo debes modificar. 

Dios es paciente pero la vida es corta. 
Vivimos en un estado (la vida terrena) y un momento (aquí y ahora) en que podemos cambiar para bien. 

Esa es la oportunidad que nos brinda una enfermedad. Ese es el momento en que se puede tomar una decisión que cambie tu vida, pregúntale sino al gran Ignacio de Loyola ¿Hubiera cambiado si no se hubiera visto obligado a la convalecencia?

 Todos podemos cambiar, sobre todo si nos encontramos con El.

Ernesto Gil Deza es Director de la Carrera de Oncología de la USAL y Director de Investigación y docencia del Instituto Oncológico “Henry Moore”. 
Egresado de la Universidad Nacional de Tucumán como Médico
Medalla de Oro de la Promoción de Bachilleres del año 1976 del Colegio del “Sagrado Corazón” (Tucumán).
Medalla de Oro de la “XXVIII promoción de Médicos de la Facultad de Medicina de la UNT” (Tucumán).
Primer premio del Primer Congreso Municipal de Medicina Interna por "Sarcoma de Kaposi asociado al Sida".
Visitante ilustre de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán 
Premio Gerónimo H. Álvarez (2005) de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires por el trabajo “Metástasis de pulmón: Diagnóstico, Tratamiento y Resultados” en colaboración con los Dres Eduardo Saad, Wilfrido Luciani, Leonardo Serrano, Sebastián Gandolfo, Eduardo Palazzo, Santiago Besuschio y Valeria Cáceres.
Diploma de Honor del Senado Argentino con motivo de la Jornada “Marco normativo actual y desafíos pendientes del cáncer en la Argentina” (2019)
Incorporado como Académico correspondiente de la Academia de Ciencias de la Salud de Tucumán, el 5 de noviembre de 2020.
Disertante en más de 380 presentaciones orales.
Autor o coautor de más de 160 publicaciones científicas.
Autor de dos libros sobre la especialidad: “Verdad vs Veredicto” y “Sobre el cáncer y sus demonios”.
Autor o coautor de más de diez capítulos sobre temas oncológicos en textos de especialidades afines.


 

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