¿Qué significa discernir?
¿Qué significa discernir? Con esta pregunta el Papa Francisco inició el 31 de agosto pasado un ciclo de catequesis dedicado a este tema que desarrollará a lo largo de varias semanas en sus habituales Audiencias Generales. El discernimiento es uno de los componentes más centrales de la pedagogía y la espiritualidad ignacianas que están en la base inspiracional de la Universidad del Salvador.
El discernimiento en cuanto un modo de elegir es un acto importante –dice Francisco– que concierne a todos, porque las elecciones son una parte esencial de la vida. La suma de nuestras decisiones, desde las cotidianas a las más trascendentales, van constituyendo “un proyecto de vida, y también se concreta nuestra relación con Dios”.
Por lo tanto, “es necesario –prosigue el Papa– inteligencia y habilidad para hacer una buena elección” y cuando esa decisión es buena, bella y correcta produce alegría, aunque en el camino haya que sufrir incertidumbre.
Efectivamente, el discernimiento implica un esfuerzo de elección y selección, como pasar un líquido por un filtro. La experiencia indica que a veces el resultado no ha sido bueno o, peor, saber cuál era nuestro verdadero bien y no elegirlo. San Pablo experimentó esta contradicción: veo lo bueno, lo apruebo y, sin embargo, hago lo contrario.
En ese sentido, el Papa en su breve mensaje nos recuerda que las elecciones que hagamos tendrán consecuencias para nosotros mismos, para los demás y para el mundo: “puedes hacer de la tierra un magnífico jardín o puedes convertirla en un desierto de muerte”. En relación a ello en otro lugar subraya la responsabilidad social de los consumidores. “Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico. Por eso, hoy el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros (Laudato Si 206).
También se nos advierte que el discernimiento no es solamente una operación mental. Es decir, también interviene el corazón, nuestra afectividad, nuestra voluntad. Ahora bien, en cuanto que Dios nos ha creado libres quiere que ejerzamos nuestra libertad responsablemente. De este modo, concluye Francisco: “Dios quiere que seamos hijos y no esclavos: hijos libres. Y el amor sólo puede vivirse en libertad. Para aprender a vivir hay que aprender a amar, y para ello es necesario discernir: ¿Qué puedo hacer ahora, ante esta alternativa? Que sea un signo de más amor, de más madurez en el amor”. Continuará.
Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
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