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Dr. Raúl Domingo Motta

Fallecimiento del Dr. Raúl Domingo Motta

Con profundo dolor informamos que el 19 de septiembre falleció el Dr. Raúl Motta, docente de la Universidad y miembro de la cátedra del “Pensamiento Complejo de Edgar Morin”, de la UNESCO.

El Prof. Dr. Raúl Domingo Motta nos dejó el pasado sábado 19 de septiembre luego de luchar durante 40 días, primero con una neumonía por COVID, luego con infecciones intrahospitalarias consecuentes. La muerte lo encontró de manera prematura, ya que Raúl estaba muy activo en diferentes proyectos nacionales e internacionales. Humanista, hombre de la universidad y del mundo, sus referencias intelectuales fueron Edgar Morin, Octavio Paz y Cornelius Castoriadis, con ellos trabó amistad, gestando a partir del diálogo su sensibilidad en relación con la complejidad y la transdisciplina. Creó la Revista Complejidad en 1995, proyecto que continúa vigente hoy, en donde se publican temas de filosofía, estética, poética, epistemología, humanidades, política, y también otros temas relevantes para pensar el presente. Desde hace años era director de la Cátedra Itinerante Edgar Morin de la UNESCO. Fue profesor universitario e investigador en diferentes universidades de Francia, España, México, Colombia y Argentina.

La participación de Raúl en nuestra Universidad fue importante durante décadas. Desde su formación como profesor en filosofía a principios de la década de 1980, hasta sus estudios de posgrado que incluyeron Maestría en Drogradependencia (2001), Maestría en Administración, Derecho y Economía en Servicios Públicos (2005), y su Doctorado en Letras (2008). En la universidad ocupó diferentes cargos docentes en grado y posgrado, destacándose por sus permanentes colaboraciones e iniciativas en la articulación de espacios de investigación y extensión universitaria.

En la Facultad de Psicología y Psicopedagogía, tuvo la oportunidad de estar con los ingresantes, llamándolos a reflexionar sobre su quehacer como alumnos universitarios, también pudo estar, dando charlas en diversas cátedras trabajando los conceptos pilares del paradigma de complejidad.

Inició su participación formal en el Doctorado en Psicología en 2017 con su Seminario Pensar el presente Una Geopoética para el siglo XXI. Una aproximación a los desafíos del pensar y la política en la era planetaria. Esta participación de tres encuentros abrió el camino a la titularidad del seminario de Antropología Filosófica en 2018, dónde presentó un programa para desarrollar “categorías para pensar lo humano en el presente”. Incansable, Raúl se definía a sí mismo como un retórico, rol que ejerció magistralmente en el claustro del Doctorado en Psicología, presentando temas a partir de los cuáles estimulaba la reflexión sustancial y aguda. En su seminario propuso trabajar una genealogía del presente, partiendo de la Antropología de Kant, pero dando lugar a los movimientos filosóficos y culturales del siglo XX que decantan en mapas de problemas humanos vigentes. “Ese es un lindo trabajo para hacer, identificar mapas conceptuales de autores que si influyen y que van marcando agendas de problemas”, decía allá y entonces. Siempre dispuesto y motivado, iniciaba sus clases muy puntualmente en el horario pactado, a las 18:00, y no tenía problema en extenderse si los doctorandos lo requerían. Se detenía en cada comentario y participación, dando lugar a los planteos; pero más allá de las ideas, retribuía agradecido la atención de sus estudiantes con reflexiones que estimulaban la problematización de lo comentado. Generoso, abierto y amoroso, invitó a su brillante esposa, la Dra. María Elena Martin, a disertar sobre problemáticas de género en el marco de la antropología, sumando al seminario contenidos de excelencia, siempre respetando los lineamientos de lo que la carrera solicitaba para sus doctorandos. A partir de estas participaciones, ambos fueron invitados por diferentes docentes de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía para disertar en congresos nacionales e internacionales sobre estas temáticas con muy buena repercusión.

En este 2020, su propuesta giraba en torno al trabajo de las novelas Sumisión y Serotonina de Michel Houellebecq, para trabajar con los doctorandos las categorías psicológicas implícitas en la literatura de este autor, pero también en diálogo con Schopenhauer. Así era Raúl, buscaba el presente donde fuera posible identificarlo, desentrañaba el pasado donde se repetía de manera imperceptible, y así hilaba y deshilaba el ovillo de los problemas que aquejan a nuestra era planetaria. Había iniciado el cuatrimestre en la cursada virtual del 10 de Agosto, pero a los pocos días María Elena nos comunicó que Raúl había sido alcanzado por el COVID. De esos días al 19 de Septiembre, esperamos expectantes una mejoría, que llegaba a cuentagotas solo por momentos, hasta este desenlace final.

Lamentamos su pérdida, acompañamos a su esposa e hijos en estos momentos de dolor, y agradecemos la impronta y el legado de su huella en nosotros.

Facultad de Psicología y Psicopedagogía
 

La graduada, docente universitaria e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la USAL, María Elena Martín, despidió a su esposo Raúl Motta señalando que “a él le gustaría que lo recuerden como un Profesor de Humanidades, porque era por sobre todas las cosas un gran humanista, un gran formador, un apasionado por el conocimiento pero no desde el escritorio, sino un conocimiento que permitiera aportar herramientas para cambiar la realidad. Por eso, se empeñó en enseñar a pensar, en siempre provocar que los alumnos puedan ir más allá de lo evidente, y sobre todo, en el empeño por comprender siempre la propia incomprensión. Mi profesor, mi esposo, mi compañero intelectual, mi amigo, el amor de mi vida. Gracias a la USAL por haberse cruzado en nuestro camino” 


 

Nuestro sentido adiós a Raúl Motta (Dr. Bernardo Nante, Decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales)
La comunidad de la Universidad del Salvador recibió con gran consternación la noticia del fallecimiento del Dr. Raúl Domingo Motta acaecido el 19 de septiembre último. A lo largo de unas cuatro décadas el investigador, profesor y divulgador cultural, no sólo fue una presencia constante y destacada en diversas áreas de la universidad sino una personalidad apreciada por su simpatía y calidad humana. Por ello no despedimos solamente a un graduado y a un destacado académico, sino sobre todo a Raúl, un querido miembro familiar de nuestra comunidad universitaria. Una personalidad robusta, expansiva, pletórica de vida; Raúl era creativo y entusiasta, siempre dispuesto a iniciar o a renovar proyectos. Una despedida auténtica nos involucra y por ello pido la benevolencia del lector si deslizo alguna referencia personal. Apelo a algunas evocaciones dispares, seguramente fragmentarias, pero a modo de “recuerdo”, es decir, de una “vuelta al corazón”, de re-cordis. Seguramente parientes, amigos, colegas, podrán brindar testimonios más completos y de mayor enjundia. Conocí a Raúl hace más de cuarenta años, en la entonces Facultad de Filosofía de nuestra universidad. En esos años cruciales, 1975 – 1976 -para el país y para nuestra universidad-, la Facultad gozaba – y siguió gozando - de una riquísima vida académica. En aquel entonces tal libertad, dentro del marco del rigor intelectual, era todo un privilegio. Al menos dentro de los claustros o en los ámbitos circundantes de la vida docente y estudiantil, las diferencias teóricas y hasta ideológicas no vallaban el saber, sino que se traducían en enriquecedoras discusiones teóricas. Los estudios “tradicionales” de la filosofía occidental – y hasta oriental- no impedían que se leyera intensamente a Heidegger, fallecido en 1976, a los posestructuralistas, a los pensadores de la Escuela de Frankfurt, y, por cierto, a los pioneros del pensamiento latinoamericano, entre tantos otros. Raúl se interesaba por todos ellos y cultivaba a la vez un fervor por la poesía; de hecho antes de terminar su carrera de filosofía, se graduó en letras en la Universidad Nacional de La Plata. Ya en aquel entonces compartíamos, por ejemplo, el interés por Fernando Pessoa y jugábamos mercurialmente al intercambio de heterónimos. Si bien sus intereses eran vastos creo no equivocarme si afirmo que influyó fuertemente en aquel entonces la lectura de Rodolfo Kusch que falleció en 1979.  Raúl, ya siendo alumno se tornó en un protagonista y luego en un adalid de grupos de estudio que ensayaban discursos filosóficos renovadores que intentaban articular creativamente la política, la poesía y, hasta cierto punto, la religión. Sólo participé ocasionalmente de tales actividades; a lo largo del tiempo algunos intereses convergentes nos permitieron compartir proyectos aunque, como corresponde, cada uno fue fiel a su propia vocación. Así como no pretendo proporcionar una síntesis curricular, tampoco puedo proporcionar una lista de co-protagonistas o de autores, pues aunque contara con el espacio disponible, no alcanzaría mi memoria. Recuerdo, sin embargo, que ya en aquel entonces su interés por lo contemporáneo – por ejemplo por Cornelius Castoriadis - no le impidió crear un apasionado grupo de estudio sobre El banquete de Platón. En todo caso las preocupaciones giraban en torno al agotamiento de los modelos del pensamiento occidental y, asimismo, a una lectura crítica de muchas de las respuestas de entonces ante los signos de una inquietante transformación planetaria. Soy consciente de que he consignado una simplificación algo trivial, pero acaso basta como testimonio emotivo de su infatigable inquietud por un pensamiento que responda a los desafíos políticos, sociales y éticos de una época convulsionada, evitando reduccionismos locales y globales. En esta ocasión interesan menos los datos que la caracterización de su temple de ánimo, fogoso y estudioso, y ya desde joven preocupado por la educación de los más jóvenes. Lo recuerdo junto a uno de sus amigos entrañables y condiscípulo, Daniel Carbone – fallecido tempranamente-, en corros de jóvenes o continuando vaya a saber qué discusión iniciada en el aula, en pasillos, veredas y cafés. Muy alto, pero en aquel entonces delgadísimo, alguien lo asoció  a una suerte de Quijote filosófico. Lo cierto es que no sólo luchaba contra molinos de viento conceptuales, sino que hasta iniciar su carrera académica, tuvo distintos trabajos que hicieron de él un intelectual cercano al diario vivir. Raúl valoraba, con razón, el “principio de realidad” que sólo puede experimentarse en la calle y en las tareas más sencillas. Yo no lo llegué a ver, pero él mismo me contó que cuando trabajaba de camionero, para no llegar tarde a clase, estacionaba un enorme camión a la vuelta de la Facultad. Creo que fue en 1979 cuando conoció personalmente a Octavio Paz y estableció un vínculo personal que perduró por años y que funcionó como una suerte de contrapunto enriquecedor. Y si bien el escritor mexicano falleció en 1998, pude acompañar a Raúl en su tesis doctoral en letras, defendida en nuestra universidad en el año 2008, que versó sobre poesía y política en Octavio Paz. Por cierto, en nuestro país la figura de Edgar Morin – y su círculo de pensadores asociados – quedará  indisolublemente asociada a Raúl Motta. Su amistad personal con el pensador francés, la dirección de la revista Complejidad y de la cátedra itinerante de la UNESCO “Edgar Morin”, otrora en sede de la USAL y tantas otras actividades de investigación, docencia y divulgación llevaron a Raúl a formular y refomular una y otra vez el “pensamiento complejo” a la luz de la articulación de todos los saberes, la educación y la transformación de nuestra sociedad local y global. Profesor en muchas universidades latinoamericanas y europeas, su alma máter  fue la Universidad del Salvador, en donde obtuvo su principal formación académica y en donde se dedicó a formar a tantas personas. En el año 2000 la USAL celebró una “Cumbre Científica Mundial del Jubileo Año 2000”. Iniciada en la Ciudad de Buenos Aires, un grupo considerable de invitados destacados nacionales e internacionales – entre ellos Edgar Morin – y autoridades y académicos de nuestra Universidad, continuamos la actividad en Ushuaia y luego volamos a la Antártida, en donde por razones climáticas no pudimos aterrizar en la base Marambio. Aún recuerdo que Raúl repitió su chascarrillo que pasó a ser nuestra frase clave: “Te das cuenta, siempre llegamos tarde.” Desde luego no se refería a nuestro ocasional destino frustrado, sino que lo tomaba como una suerte de metáfora referida a quienes nacimos en la década del cincuenta. Su ejemplo era gráfico: “Cuando éramos chicos mandaban nuestros padres, ahora que somos padres, mandan nuestros hijos.” El humor lo acompañó siempre y lo compartía con frecuencia. Seguramente lo extrañarán sus colegas, personal académico y administrativo y, sobre todo, sus alumnos de grado y posgrado. Asimismo tantos otros con los cuales se detenía a hacer algún comentario futbolístico o jocoso mientras su mente infatigable proseguía elaborando los contenidos de su próxima clase o investigación. Al menos en mi caso en cada uno de los saludos de encuentro o despedida ejercitábamos una suerte de duelo humorístico. Hace un tiempo me dijo que en una de sus actividades se había colmado la sala; yo cité a Macedonio Fernández: “Faltaron tantos a mi conferencia que si falta uno más no cabe.” Raúl espetó: “Sí, gracias por no venir.” Creo que una despedida tan dolorosa como ésta debe purificarse en el fuego de las chispas que iluminaron  su vida, por nimias que parezcan. Sospecho que hasta el final de sus días se interesó fervientemente porque la cultura planetaria reconociese conscientemente su complejidad. Me conmueve un texto, acaso anticipatorio, escrito en junio de este año, en donde no sin cierta tribulación, en relación con la interpretación de la pandemia, denuncia que, atrapados en discursos dualistas – escépticos versus utopistas -, se pierde consciencia de la complejidad y, en última instancia de la solidaridad y reflexividad requeridas. “La necesidad de una civilización planetaria – escribió Raúl Motta – se reconoce en el hecho concreto de que la mayoría de los conflictos, de los problemas y desafíos del presente son fenómenos interiores y corresponde a un mundo satelizado y errante.” Creo que lo vi por última vez en ocasión de la misa de inicio del año académico en marzo de este año. El café que nos habíamos prometido tiempo atrás no pudo ser. Sobrevino la pandemia y la cuarentena. Como escribe Borges admirablemente en “Límites”: “Si para todo hay término y hay tasa/ y última vez y nunca más y olvido/ ¿quién nos dirá de quién en esta casa,/ sin saberlo nos hemos despedido?”. Pero la virtud teologal de la fe, indisolublemente ligada a la esperanza y sobrepujadas ambas por el amor, me permiten decir con Amado Nervo: “No es que hayan muerto, se fueron antes.” Acompaño y acompañamos en el dolor a su esposa, a sus hijos, a toda la familia y a todos los seres queridos. Acaso el consuelo que se da de corazón, promueve el gran Consuelo que recibimos de Dios. Quizás en la Paz del Señor, la complejidad tan ansiada por Raúl, ya no estará signada por la fragilidad, será plena; habitará en la Comunidad Pura que ilumina nuestra modesta comunidad humana y sostiene nuestros frágiles corazones. Raúl: te damos nuestro sentido adiós en la esperanza del reencuentro. 


 

 

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