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La Navidad, celebración de un nuevo comienzo

Por Roxana Ruffo, Directora Académica-Administrativa del Vicerrectorado de Formación USAL

Este año tan particular que nos ha tocado vivir está llegando a su fin, y sin dudas nos ha llevado a recorrer caminos impensados y desconocidos, en lo personal, familiar y muy especialmente como comunidad.

El tiempo de adviento y la Navidad nos traen cada año una nueva oportunidad de renacer, la imagen de Jesús en el pesebre nos renueva, se hace presente en nuestro corazón, pero también en  nuestros actos, nos pide gestos de generosidad, de compartir con alegría y a la vez nos brinda una mirada en perspectiva del camino que vamos recorriendo y todo lo que allí hay para valorar y agradecer. Se expresa esta esperanza de un nuevo comienzo en torno a un simbolismo profundo, Dios mismo comienza de nuevo con nosotros cuando se aventura como un niño en nuestra realidad, Dios se hace niño para renovar nuestras esperanzas tomarnos de la mano e invitarnos a comenzar de nuevo. Este año tan particular que nos ha tocado vivir está llegando a su fin, y sin dudas nos ha llevado a recorrer caminos impensados y desconocidos, en lo personal, familiar y muy especialmente como comunidad.

Nos ha puesto a trabajar de una manera nueva y mancomunada, despertando nuestra creatividad y generosidad, también nos ha llevado a ser más pacientes y flexibles. Nos invitó a hacer espacio para lo nuevo y nos desafío a hacer lo necesario para poder cumplir nuestros objetivos. Fuimos convocados a encontrar distintas formas de dar respuestas a cada necesidad, a incluir miradas y talentos que alumbraron nuevas formas de colaborar, ayudar, compartir y avanzar, en forma individual pero especialmente colectiva. En esta barca estamos todos. Como no podía ser de otra manera, S.S Francisco ha acompañado al mundo con su palabra y sus gestos de amor y compasión, en cada tramo recorrido de este camino que nos ha cambiado y nos sigue pidiendo esfuerzos. Sus palabras han llenado de consuelo y esperanza a todos quienes han querido escucharlo y recibirlo, más allá de cualquier religión o credo. Como Obispo de Roma caminó en soledad la Piazza San Pedro la tarde del 27 de marzo para ofrecer la bendición Urbi et Orbi a un mundo dolorido y desconcertado, transmitiendo en su palabra y sus gestos el amor, la esperanza y la confianza en el amor del Padre.

“Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que solo el espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad…" nos dice en Momento extraordinario de Oración en tiempos de Pandemia. Luego nos ofrece la meditación escrita "Un plan para resucitar" como un aliento de esperanza que nace de la alegría pascual y nos anima a seguir comprometidos con la vida en tiempos de pandemia. “Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora”. También en las catequesis sociales Francisco nos invita a reflexionar y trabajar juntos, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras. “Un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado. De esta manera, seremos capaces de transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales.” (Catequesis- “Curar al mundo”, 5/8/20, Biblioteca del Palacio Apostólico).

Y llegando al final de este año, Francisco nos regala Fratelli Tutti, una Carta Encíclica maravillosa, que es, junto con Evangelii Gaudium y Laudato Sí’, una de las grandes enseñanzas de su pontificado, la ofrece al mundo con la esperanza de que podamos abrazarnos entre hermanos y a nuestra casa común con amor. Que en esta Navidad el Niño Dios nos enseñe a renovar nuestro compromiso con la vida, con el cuidado de la casa común y la fraternidad social, a poner en práctica este legado que nos compromete a todos a trabajar por una convivencia posible, por una auténtica hermandad y fraternidad social. 
 

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