Espiritualidad y planificación
¿Quién de ustedes si quiere edificar una torre,
no se sienta primero a calcular los gastos
para ver si tiene con qué terminarla?
No sea que, una vez puesto los cimientos,
no pueda acabar, y todos los que lo vean
se rían de él diciendo:
“Este comenzó a edificar y no pudo terminar”.
Lucas 14, 28-30
Dios no obra caprichosa ni improvisadamente, obra por amor, pero también obra racionalmente porque El es también la fuente de toda racionalidad. Actúa de acuerdo a un plan que El mismo estableció inicialmente y lo quiere ir desarrollando con la colaboración libre del hombre. No es un plan diseñado autocráticamente, sino que, tomándose en serio la autonomía y la responsabilidad humana, tuvo y tiene rectificaciones importantes. La Encarnación en gran medida es provocada por el ejercicio de la libertad.
Precisamente la Encarnación, además de tener por objetivo la redención, implica la revalorización de todo lo humano. Dios se mete más en la historia, en el tiempo, se somete a sus vaivenes. Se hace carne. No es un simulacro de humanización, o una simple estrategia acomodaticia; se toma en serio la condición humanan y sus exigencias.
La más genuina y originaria espiritualidad cristiana –expresada en San Pablo y luego, por ejemplo, en San ignacio de Loyola– impulsa a probarlo todo y quedarse con lo bueno, reconoce las semillas de bondad estén donde estén. Los cristianos aspirando a ser ciudadanos del cielo, se reconocen –mientras tanto– activos constructores de la sociedad en que se encuentren. No son extranjeros en ninguna parte y nada de lo humano les es ajeno. Se les pide que no se queden mirando al cielo, sino que le lancen a hacer presente el Reino de los Cielos que ya ha comenzado y que ellos van construyendo con todos los hombres de buena voluntad.
Provindencialismo y planificacionismo
No hay que confundir la serena confianza en la voluntad de Dios con el providencialismo que termina ofendiendo a Dios, en cuanto no reconoce que Dios mismo requiere nuestra colaboración activa y el uso de nuestra inteligencia y capacidad de previsión que en definitiva son dones suyos.
No es extraño que una confianza unilateral en Dios lleva luego a estilos, procedimientos y conductas de instituciones y personas que en momentos de angustia y apuro los lleva, por falta de previsión, a saltarse las más mínimas normas éticas y pautas organizacionales. Por pereza e inercia se vociferaba que sólo se confiaba en Dios, pero en el momento de la prueba se utiliza cualquier medio con tal de salvar el proyecto, la institución, que, a esa altura, es más voluntad nuestra que de la de Dios.
Tampoco se trata de refugiarnos en la actitud contraria –so pretexto de realismo y pragmatismo– y creer que el frío cálculo y eficientismo todo lo resuelve. De modo particular, en el campo de las necesidades humanas más básicas y apremiantes, el mero planificacionismo es incapaz de comprender y abarcar lo rico y polifacético del fenómeno humano.
En definitiva, se trata de una sabia combinación que parte de la valoración de los medios humanos, que van desde nuestras capacidades intelectuales y emocionales a la larga lista de aportes que el desarrollo de la cultura humana ha ido desplegando, desde el alfabeto y las máquinas hasta la cibernética, pasando por las técnicas de gerenciamiento y gestión, que lejos de estar reñidas con la Fe, tampoco son absolutos ni ídolos incuestionables.
Mg. Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación (VRF)
Universidad del Salvador
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