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La obra del retrato de Eduardo Bergara Leumann fue realizada en Roma (1975) por Antonio Berni. En el medallón dibujo a Juanito Laguna y a Ramona Montiel.

Antonio Berni: uno de los grandes artistas argentinos

Nacido en la ciudad santafecina de Rosario, el 14 de mayo de 1905, desde muy joven demostró un fuerte interés por la pintura y artes plásticas. A sus 15 años realizó su primera exhibición con diecisiete óleos de paisajes y estudios de flores. Dos años después, repitió la hazaña con algunos cuadros de estilo impresionista en uno de los salones más importantes de la época: la Galería Witcomb de Buenos Aires. El joven Berni recibió una cálida bienvenida de distintos públicos y de la crítica. El Diario La Nación y La Prensa, por ejemplo, le concedieron algunos artículos con halagos que le proporcionaron un buen punto de partida.

El talento de Berni continuó creciendo y, en 1925, obtuvo una beca para perfeccionarse en Madrid. Allí estudió a los grandes maestros y expuso los avances de su técnica en distintas galerías españolas. Luego se trasladó un tiempo a París, donde profundizó su formación en los talleres de los pintores André Lhote y Othon Friesz. La beca se había terminado y volvió a Rosario. Pero retornó a la capital francesa gracias a un subsidio de su provincia natal. Allí, junto con Libero Badii, Héctor Basaldúa, Horacio Butler y Lino Enea Spilimbergo, participó de una muestra que había organizado Butler que, luego, trajo a la Asociación Amigos del Arte de Buenos Aires. En París abordó con especial relevancia la pintura metafísica, el surrealismo y adhirió con fuerza al compromiso del arte con la realidad política y sociocultural, algo que el pintor jamás abandonó.  

Los viajes y la estadía en el exterior fueron un gran semillero intelectual para Berni. Y es que se trata de un momento cuando se acercó a distintas personalidades que cobraron una gran identidad en su vida y obra: desde Tristan Tzara, Louis Aragon, André Breton, Magritte, Henri Lefebvre, hasta Giorgio de Chirico, Miró, Marx y Freud. Así, Berni conformó parte de aquel grupo que fue conocido como los “pintores viajeros”, que llegaban a distintas partes del Viejo continente para formarse a la manera de los clásicos del arte. Sin embargo, toda esa formación la aprovecharon para crear su propia impronta y cosmovisión artísticas. 

En los años treinta, cuando Berni ya estaba de nuevo en el país, Europa y América atravesaron algunas de las peores crisis que convulsionaron y revolucionaron los cimientos de la sociedad occidental: la depresión económica en Estados Unidos; el ascenso del nazimos en Alemania; la Guerra Civil en España; el inicio de la década infame en la Argentina. Es este periodo cuando Antonio Berni comenzó a trabajar en pinturas que marcaron un cambio hacia el realismo crítico, capaz de expresar no solo su preocupación, sino también su compromiso. 

Fue también cuando tomó contacto con la obra del mexicano Siqueiros y su concepto de mural, como arte no para una minoría, sino para las masas. Berni comprendió que la revolución no estaba solamente en lo social, sino también en el ejercicio de la forma y participó de la obra Ejercicio Plástico, en la quinta del entonces director del diario Crítica, Natalio Botana. Se trató de una pieza mural y monumental de producción conjunta en la que también participaron el propio Siqueiros, Juan Carlos Castagnino, Lino Eneas Spilimbergo y Enrique Lázaro. A partir de ahí, Berni comenzó a componer obras de mayor dimensión como Manifestación (1934) y Desocupados (1934) son dos de ellas y de las más famosas de su carrera.

Más tarde realizó una serie de viajes por el norte argentino, cuyas impresiones y vivencias quedaron plasmadas en paisajes y retratos como Chacareros (1935), por la que recibió el Segundo Premio del Salón Nacional en Pintura, y gracias a una beca de la Comisión Nacional de Cultura, también visitó Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia. Fueron años cuando pintó también otras piezas de estilo costumbrista y del llamado "nuevo realismo", que se alejaba de la técnica clásica decimonónica. Por ejemplo, la pintura Primeros pasos (1936), con la que ganó el Premio del Salón Nacional en 1940; y los retratos como Figura de niña (1943) o Lily (1943): tres piezas que, actualmente, son parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. En 1944, junto con Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y Colmeiro, fundó el primer Taller de Arte Mural y con quienes, un año después, pintó la cúpula de las Galerías Pacífico de Buenos Aires.

Ya a fines de los cincuenta y en los sesenta, Antonio Berni llevó la técnica del collage a su máxima expresión, para experimentar en sus obras una mayor expresividad. Y lo hizo con una serie en la que creó dos personajes que, luego, se convirtieron en algunos de los más famosos del arte argentino: Juanito Laguna, un niño de una villa miseria, y una prostituta llamada Ramona Montiel. Lo interesante, además, es que estas obras están creadas con materiales cotidianos ya desechados, que resignifican un contexto muy particular en cada historia que Berni quiso contar. Chapas, cartones, maderas, latas, trapos, etc. que el artista encontraba en las villas son los que ambientan las aventuras de Juanito y Ramona, mediante la fragmentación, a su vez, de los elementos figurativos.

"Juanito Laguna surge en el Gran Buenos Aires, cuando comencé a hacer una serie de apuntes en los barrios pobres y al ver ese conjunto de chicos y sentí que todavía yo no lo había personalizado lo suficiente", contó Berni una vez. Y agregó: "Pero si bien es un arquetipo del Gran Buenos Aires podría ser un arquetipo de todos los chicos de la ciudad de Latinoamérica: es un chico pobre, pero no un pobre chico; no es un vencido por las circunstancias, sino un ser lleno de vida y de esperanzas y que supera su miseria circunstancial porque intuye vivir en un mundo cargado de porvenir".
La producción y celebridad de Berni crecían a pasos enormes y, tal vez, llegó a su consagración cuando ganó el Gran Premio Internacional de Grabado en la Bienal de Venecia, en 1962. Ya era un artista reconocido no solo en Argentina, sino en el exterior, donde las instituciones artísticas también lo distinguían por sus aportes a la creación visual y por su lenguaje único y personal que ayudó a renovar los modos de hacer y ver las obras de arte. 

En la década del '70 continuó creando retratos, paisajes y collages, y algunos de ellos los presentó en la famosa Galería Bonino, que llegó a tener tres sedes en Buenos Aires, Brasil y Nueva York. Berni había viajado en 1976 a esa ciudad norteamericana para exponerlos. En su estadía, observó la riqueza material y la pobreza espiritual estadounidenses: realidades muy diferentes a las de Juanito o Ramona. De ese momento, nacieron sus obras Aeropuerto; Los hippies; Calles de Nueva York; Chelsea Hotel, y Promesa de castidad, como respuestas de un arte social no sin cierta ironía.

En 1979 fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y, a principios de los ochenta, creó dos de sus últimas obras: Apocalipsis y La Crucifixión, pinturas que, si bien poseían un gesto inquietante y dislocante, fueron destinadas para decorar la Capilla del Instituto San Luis Gonzaga de Las Heras. Se dice que a lo largo de su carrera representó la figura de Cristo en distintos lienzos y collages. 

En el Museo Escenográfico “Botica del Ángel” de la Universidad del Salvador, hay expuestas varias obras de Antonio Berni, de sus diferentes épocas, como un retrato de su amigo y fundador del museo, Eduardo Bergara Leumann, que fue realizada en Roma (1975). En el medallón dibujo a Juanito Laguna y a Ramona Montiel.

El 13 de octubre de 1981, fallece en la Ciudad de Buenos Aires, a los 76 años, dejando un legado más que interesante que lo colocó, todavía hoy, en el panteón de los grandes artistas argentinos.


Fuente: cultura.gob.ar


 

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