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La Doctrina Social de la Iglesia como marco inspirador del bien común, la vida económica y la empresa. El modelo de Enrique Shaw.

El Mensaje a los participantes de la 31° Conferencia Industrial Argentina del papa León XIV fechado el 13 de noviembre de 2025 es un botón de muestra sobrio, a la vez que notable, de la Doctrina Social de la Iglesia. La ocasión es particular –una reunión de empresarios en un país que es el más austral del mundo– pero el alcance de lo dicho es universal en la misma medida en que refleja, de modo sumario, gran parte del patrimonio doctrinal de la Iglesia sobre la materia económica.

Me gustaría destacar y glosar algunas ideas presentes en el Discurso.

1° La naturaleza de la Doctrina Social de la Iglesia: el papa León XIV enseña que ella es “un camino posible que transforma la vida de las personas y de las instituciones al poner a Cristo como centro de toda actividad humana”. Nótese que la visión sobre la Doctrina Social de la Iglesia que ofrece el pontífice es sobrenatural: Cristo es el centro de toda actividad humana. Una afirmación que parece una obviedad en sí misma considerada no parece serlo tanto en un contexto habitual de vago humanitarismo filantrópico que reduce la acción de predicación del Evangelio (1 Co 9, 16) a la simple promoción humana. Lo primero que busca la Doctrina Social de la Iglesia es que Cristo reine (una aplicación de Ef 1, 10) mediante un orden social según el derecho natural y cristiano en beneficio de los hombres en todas sus dimensiones.

Un detalle importante es el que menciona el papa luego del saludo inicial: “En continuidad con otras intervenciones del Magisterio, en 1891, la Rerum Novarum [de León XIII] constituyó el acto fundacional de la Doctrina Social de la Iglesia en su forma actual”. Es importante advertir que la doctrina social expresada en la Rerum novarum tiene antecedentes magisteriales: “en continuidad”, apunta. No es un documento que nazca sin “antecedentes familiares”. Es decir, se trata de un documento pontificio que enlaza con la Tradición de la Iglesia sin perder de vista, a su vez, las circunstancias históricas que lo rodearon. “La forma actual” de la que habla el papa León XIV supone, a su vez, que la Rerum novarum forma parte de todo un patrimonio doctrinal que la consolida como expresión de la doctrina católica pero que busca responder a las “cuestiones sociales” contemporáneas.

Como afirma Benedicto XVI en la Carta Encíclica Caritas en veritate (29 de junio de 2009): “La doctrina social está construida sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia y acogido y profundizado después por los grandes Doctores cristianos. Esta doctrina se remite en definitiva al hombre nuevo, al «último Adán, Espíritu que da vida» (1 Co 15,45), y que es principio de la caridad que «no pasa nunca» (1 Co 13,8). Ha sido atestiguada por los Santos y por cuantos han dado la vida por Cristo Salvador en el campo de la justicia y la paz. En ella se expresa la tarea profética de los Sumos Pontífices de guiar apostólicamente la Iglesia de Cristo y de discernir las nuevas exigencias de la evangelización”. Como ha dicho el papa Francisco: la Doctrina Social “¡es un tesoro de la tradición de la Iglesia!” (Discurso a los miembros de la Fundación “Centesimus Annus pro Pontifice”, 23 de octubre de 2021).

2° La principalía del bien común político en la vida social: el papa León XIV, en el párrafo introductorio, afirma que “la economía y la empresa, cuando se orientan al bien común, pueden y deben ser motores de futuro, de inclusión y de justicia”. Evidentemente, en el pensamiento del pontífice, el bien común es el fin del orden social y se da por supuesto que se trata del bien común político por lo cual, además, debe sostenerse la subordinación de la economía a la política. Se trata, como puede apreciarse, de un correctivo respecto de la ideología liberal que subordina todo –incluso los bienes más nobles– a los intereses individuales representados, en la mayoría de los casos, por la satisfacción nuclearmente material. En el mismo sentido agrega: “El bien común exige que la producción y el beneficio no se persigan de manera aislada, sino que se orienten a la promoción integral de cada hombre y de cada mujer”. En definitiva: “El mundo necesita con urgencia empresarios y dirigentes que, por amor a Dios y al prójimo, trabajen en favor de una economía que esté al servicio del bien común”.

3° La familia como sujeto de la vida económica: los trabajadores deben velar, no solamente por su bien individual –lo cual es legítimo–, sino por el familiar. En este contexto se entiende lo dicho por León XIV: “mi predecesor León XIII recordaba que, si los trabajadores reciben un salario justo, ello les permite no sólo sostener a sus familias, sino también aspirar a una pequeña propiedad y amar más la tierra trabajada por sus propias manos, de la que esperan sustento y dignidad, y así, abrirse a más altas aspiraciones para su vida y la de los suyos (cf. Rerum novarum, n. 33)”.

4° La naturaleza de la economía en el marco de la vida humana: “La Iglesia recuerda que la economía no es un fin en sí misma, sino un aspecto esencial pero parcial del tejido social, en el que se desarrolla el proyecto de amor que Dios tiene para cada ser humano”. Son palabras que ubican a la economía en el contexto de la vida humana considerada desde una mirada integral, es decir en la que la procuración de los bienes inferiores, como son los económicos, se ordenan a la consecución de los bienes superiores, como son los políticos, culturales y sobrenaturales.

5° La empresa como comunidad de vida: se trata de otra expresión de la enseñanza social de la Iglesia en materia económica. Por esto el papa León XIV recuerda que no debe medirse “el éxito de la empresa únicamente en términos económicos, sino también en su capacidad de generar desarrollo humano, cohesión social y cuidado de la creación”. Como, entre otros autores, supo observar Carlos Alberto Sacheri, en El orden natural, que además de ser una “comunidad de trabajo, la empresa es una comunidad de vida: "La concepción cristiana de la empresa afirma el carácter personal del trabajo humano. En consecuencia, si la empresa implica trabajo, necesariamente ha de ser por encima de todas las cosas una comunidad de personas, que vinculan libre y responsablemente para sumar sus esfuerzos y competencias en el logro de una finalidad común".

Este conjunto armónico de ideas se encarnan, en concreto, en el modelo a imitar que propone el papa León XIV para los empresarios argentinos: el venerable Enrique Shaw. El pontífice vincula su figura a las ideas expuestas arriba y agrega otras: el auténtico liderazgo; la comunión entre la fe y la actividad profesional –en su caso, la empresarial, la atención por el bien de los trabajadores. Afirma León XIV: “En Argentina, esta visión [de la Doctrina Social de la Iglesia] encuentra un ejemplo luminoso y cercano en el venerable siervo de Dios Enrique Shaw, empresario que entendió que la industria no era sólo un engranaje productivo ni un medio de acumulación de capital, sino una verdadera comunidad de personas llamadas a crecer juntas. Su liderazgo se distinguió por la transparencia, por la capacidad de escucha y por el empeño para que cada trabajador pudiera sentirse parte de un proyecto compartido. En él, la fe y la gestión empresarial se unieron de manera armónica, demostrando que la Doctrina Social no es una teoría abstracta ni una utopía irrealizable, sino un camino posible que transforma la vida de las personas y de las instituciones al poner a Cristo como centro de toda actividad humana”.

Agrego de mi parte en la misma línea de lo expresado por el papa León XIV: Enrique Shaw es, seguramente, un ejemplo, además heroico, para los dirigentes argentinos en todos los órdenes: el económico, el político, el cultural, el religioso. Él fue, en el sentido más auténtico, un hombre de comunión en el sentido de poner su mirada y su corazón en el bien común sin desmerecer los legítimos intereses sectoriales. Él, en persona, practicó la justicia y la caridad con sus prójimos más próximos animado por la caridad sobrenatural. En donde otros hubieran esperado o movido al conflicto, a la dialéctica, a la lucha, él hizo reinar la unión. Por eso, sin haberlo buscado, fue amado por sus trabajadores, con quienes compartió la mayoría de las horas de su vida. Por eso su obra con sentido social es perdurable, imitable e inspira.

¿Por qué no desear, poniendo los medios correspondientes, la aparición, no de uno, sino de varios Enriques Shaw en la Argentina? Además de la coherencia entre la fe y la vida, se necesita algo básico pero que a veces se pierde de vista: el conocimiento y el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia. No es algo optativo si a lo que uno aspira es a informar la sociedad con el espíritu cristiano. Fuera de un motivo de bien común, obra otra poderosa razón: está en juego la salvación de nuestras almas. Para pensarlo, ¿no?   


Por Germán Masserdotti, docente del Vicerrectorado de Formación (VRF) de la Universidad del Salvador (USAL)

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