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Carlos Gardel, la luz de Buenos Aires

Durante el mes de junio continuamos recordando a Carlos Gardel el “El Zorzal criollo”, en el mes de su partida.

Con dieciocho años, a Carlos Gardel le gustaba el canto y deja oír su aterciopelada voz en esquinas, reuniones familiares y garitos. Y comienza a probar fortuna en algunos cafés de los barrios periféricos bonaerenses, en los que se presenta con el sobrenombre de "El Morocho"; ante la sorpresa de propios y extraños, manifiesta una aguda sensibilidad y un temperamento artístico completamente original.

Su interés y sus aptitudes lo inclinan hacia el tango canción o tango con letra, escasamente cultivado hasta ese momento. En efecto, el tango estaba por entonces culminando su proceso evolutivo que lo había llevado de ser una música alegre (en compás de dos por cuatro y de origen posiblemente cubano) que se bailaba en las fiestas de las clases populares de Buenos Aires, a convertirse en un lamento cantado, una música nostálgica y desgarrada que los porteños acomodados habían aprendido a admirar y a bailar y que Gardel estaba destinado a dar a conocer en todo el mundo.

Cuando en 1915 forma pareja con José Razzano, intérprete de tangos que ya goza de alguna fama, ninguno de los dos sospechaba que en pocos años iban a convertirse en ídolos, tanto de los entendidos como de un amplio sector de público. Fue a raíz de una apoteósica actuación en el teatro Esmeralda de Buenos Aires, en 1917, cuando el personal estilo de interpretar el tango de Carlos Gardel caló hondo en el público porteño y dio al dúo Gardel-Razzano una fulminante celebridad.

El tándem se mantendrá hasta 1925, año en que Gardel debió partir solo hacia Europa. José Razzano, aquejado de una enfermedad en la garganta, había decidido abandonar el canto. Esta desgracia de su compañero significará, no obstante, la fama internacional para Gardel. Tres años después de cruzar el Atlántico, escribe a Razzano: "La venta de mis discos en París es fantástica; en tres meses se han vendido setenta mil". Bing Crosby, Charles Chaplin y Enrico Caruso se deleitan con canciones como "Mi noche triste", "Volver" o "No habrá más penas ni olvido".
Si grande había sido el éxito de Gardel en París, no lo fue menos en España. Gardel debutó en solitario en 1925 en el teatro Apolo de Madrid y en el teatro Goya de Barcelona el 5 de noviembre de ese mismo año. Tal fue el recibimiento y cariño que el público le brindó en la capital catalana al "zorzal criollo", como también se lo llamaba, que hizo de ella su centro de operaciones para sus giras europeas.

Sus películas, como Flor de durazno, rodada en Argentina en 1917, Luces de Buenos Aires y Cuesta abajo, en Francia en 1931 y 1934, y Tango Bar, en Estados Unidos en 1935, además de Melodía de arrabal, El tango en Broadway, El día que me quieras y Cazadores de estrellas, entre otras, contribuyeron a incrementar su fama, gracias a su magnífica voz y a su fascinante personalidad.

Nadie es capaz de imitar el fraseo de Gardel ni su habilidad para metamorfosearse en los personajes de sus canciones. Además, su figura simpática, mezcla de pícaro y conquistador siempre bien vestido y repeinado, se convierte en un modelo para los porteños. 

En 1934, después de haber pasado por escenarios de Europa y Estados Unidos, Carlos Gardel inició una gira por toda Hispanoamérica provocando el delirio. Los teatros se llenaban de un público rendido al cantante argentino, que lo aclamaba y lo continuarían aclamando hasta después de su muerte.

En el Museo Escenográfico “Botica del Ángel” se encuentra la obra de Silvina Benguria, destacada artista argentina de proyección internacional que expuso su obra en Estados Unidos, Finlandia, Holanda, Italia, Japón, Bolivia, Brasil, Chile y Uruguay. La misma la realizado durante la grabación de un programa “Botica de Tango”, conducida por Eduardo Bergara Leumann, en donde refleja a Carlos Gardel junto a su gran amigo Irineo Leguizamo, considerado el jinete más importante de la hípica rioplatense del siglo XX
 

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