10 Años del Pontificado de S.S. Francisco
El 13 de marzo de 2013 Mons. Jorge Mario Bergoglio S.J. fue elegido Obispo de Roma, a quien habitualmente llamamos el Papa. O sea, sucesor de San Pedro al que Jesús encargó la misión de “confirmar en la fe” a sus hermanos (Lucas 22, 32). Esta tarea el Papa no la hace solo sino presidiendo el colegio o grupo de todos los obispos del mundo. En ese sentido, el Papa no es un “súper obispo” sino que lo hace en comunión y coordinación con todas las iglesias locales. Su papel pastoral es universal, especialmente orientado a transmitir el mensaje de Cristo en su integridad y asegurar la unidad de la fe.
Este ministerio o servicio lo ejerce diariamente con discursos, cartas, homilías, audiencias; o de manera más solemne y extraordinaria mediante las llamadas Cartas Encíclicas y Exhortaciones Apostólicas. Estás últimas son documentos papales, producidos a partir del Concilio Vaticano II que retoman las conclusiones de las asambleas del Sínodo de los Obispos. Precisamente, Francisco ha venido subrayando la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización convocando a la “sinodalidad”. Es decir, a “caminar juntos”, procurando una “Iglesia en salida”, tal como propone en su primer gran texto programático, Evangelii gaudium, 2013, que implica proclamar que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
La elección de Francisco tuvo características muy especiales en cuanto que fue por la renuncia de Benedicto XVI, la primera renuncia papal en 600 años, y también porque la Iglesia obtuvo su primer papa jesuita y su primer papa latinoamericano que fueron a traerlo “desde el fin del mundo” como él mismo señaló en sus primeras palabras tras ser electo.
Su designación manifiesta el paso de una Iglesia eurocéntrica a una Iglesia más plenamente global en medio de un "cambio climático cultural" –como alguien acertadamente describió– caracterizado a su vez por un proceso de subjetivación y particularismos, tanto progresistas como tradicionalistas, y acelerado por el crecimiento exponencial de las redes sociales durante la última década. Muchos quedaron inmediatamente cautivados por su sencillez –aunque incisivo– sus gestos y su vocabulario (sus argentinismos “balconear”, “primerear”, “hagan lío” y otros que causan pánico en los traductores), alcanzando una alta visibilidad mundial.
Resumidamente sus intervenciones insisten sobre la misericordia y la ternura con la que debemos tratarnos, marcando la atención que se debe brindar a los pobres, abogando por los que la sociedad considera descartables (niños por nacer, ancianos abandonados, jóvenes desempleados…) y por quienes habitan en las “periferias existenciales”. Definió a la Iglesia como "un hospital de campaña” curando heridas en medio de una humanidad sufriente.
Es cierto también que se ha prestado a múltiples entrevistas y declaraciones improvisadas que le causaron inconvenientes y posteriores aclaraciones. Frecuentemente es reductoramente interpretado como si solo escribiera y hablara para su país de origen.
Por eso es importante, no perderse en detalles y estar atentos a sus grandes líneas maestras, expresadas en sus documentos mayores. El segundo gran texto que corresponde mencionar es la Encíclica Laudato Si, 2015, que plantea impulsar, en un mensaje a la humanidad, una “ecología integral” que no solo es ambiental sino también cultural, económica y social. En forma complementaria, en 2020, Francisco publica la Carta Encíclica Fratelli Tutti en que retoma la concepción de nuestro planeta como la Casa Común que requiere para no derruirse que nos reconozcamos unos a otros como hermanos, ya no como esclavos unos de otros, súbditos o simples ciudadanos.
Mons. Oscar Ojea, Obispo de San Isidro y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, en declaraciones recientes decía que los argentinos tenemos que estar orgullosos de tener un Papa salido de nuestro país. En efecto, todo creyente realiza una respuesta personal, pero no en solitario, sino inserta y madurada en relación con otros. Sin duda podemos decir que en Francisco afloran, además de sus raíces ignacianas, los aportes reflexivos recibidos y las experiencias vividas en la comunidad creyente en que vivió. Así lo reconocía él mismo con ocasión de sus primeros cinco años de pontificado: “Ustedes son mi pueblo, el pueblo que me ha formado, me ha preparado y me ha ofrecido al servicio de las personas”.
Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado
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