Inicio
Áreas USAL
Close
Pasar al contenido principal

SECRETARÍA DE PRENSA
a/c Rectorado

Avenida Callao 801, C1020ADP
Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina
Tel. (+54-11) 4813-3997 o 4014 (ints 2111 o 2108).

Discernimiento y Planificación

El R.P  Arturo Sosa, S.J Superior General de la Compañía de Jesús, dirigiéndose a la Universidad de Unisinos en Porto Alegre, Brasil, señaló especialmente la importancia del discernimiento y la planificación en las instituciones que se encuentran bajo su responsabilidad, y bien se puede extender esta propuesta a las universidades de inspiración ignaciana como es el caso de la Universidad del Salvador.

El discernimiento
El discernimiento es parte esencial y constitutiva de la pedagogía ignaciana, o “modo de proceder”, que tiene sus raíces más profundas en la transformación personal que experimentó San Ignacio de Loyola en su período de convalecencia tras haber sido herido en una batalla. Esta experiencia –de la cual en 2022 se cumplen quinientos años– a Ignacio le cambió la vida. 

Mientras se recuperaba, obligado a guardas reposo, poco a poco se percató de sus propios “movimientos interiores” cuando pensaba qué rumbo dar a su vida. De ese modo, empezó a desarrollar, dice Sosa, “una fina sensibilidad respecto a su vida interior”, la capacidad de interpretarla y tomar decisiones. Esta habilidad la volcó en sus célebres Ejercicios Espirituales. Allí narra que muchos proyectos que le atraían – ¿continuar sirviendo en la Corte Real? – sin embargo, no le generaban alegría y paz duraderas, y es así que decide reorientar su vida.

Por mucho tiempo –estima R. P. Arturo Sosa, S. J. – el acento ha estado puesto más bien en la dimensión personal, individual, de la práctica del discernimiento. Afortunadamente, desde hace varias décadas la espiritualidad ignaciana ha retomado la perspectiva comunitaria del discernimiento. 

El discernimiento es así un modo de toma de decisiones que incluye poner atención a los movimientos espirituales que experimentamos respecto a temas sobre los cuales se quiere tomar una decisión. Si bien, ciertamente el R. P. Sosa S. J. reconoce que, en el mundo académico y científico, la racionalidad es uno de los valores más apreciados y cultivados, por otro lado, plantea la necesidad de un equilibrio entre la racionalidad y otras dimensiones de la realidad humana. 

Algunos elementos del discernimiento en común 
-    Seleccionar de manera adecuada de las materias a discernir sobre las cuales no hay suficiente claridad, y disponer de la información lo más completa posible. Puestas esas condiciones, no se cae en el riesgo de banalizar el discernimiento, evitándose que se convierta en un mero modo de justificar decisiones previas.
-    Definir claramente a los participantes en el proceso de discernimiento y en algún momento invitar a otras personas según sus habilidades, experiencias y conocimiento.
-    La libertad interior como disposición personal y grupal que San Ignacio llama “indiferencia” que no es lo mismo que no involucrase o que no interese el resultado. Se trata de desapegarse de las propias suposiciones para así abrir un espacio a lo que los demás puedan aportar. Es la disposición a escuchar y a dejarse afectar por los demás, buscando el bien mayor.
-    Una vez ponderadas las razones en pro y en contra entra en juego la capacidad de los participantes de entender con lucidez y percibir el mayor bien. Es la búsqueda del “magis” –otra expresión muy propia de la tradición ignaciana– que significa “más” y lo mejor que nos encamine hacia un horizonte más amplio, aplicando los instrumentos de la planificación, para el “mejor” uso de los recursos, especialmente la riqueza y la variedad de capacidades humanas de las personas.
-    La “unión de ánimos”. Se refiere al “propósito compartido” –la misión institucional– que deben tener todos los participantes del ejercicio de discernimiento, acompañado del respeto y el conocimiento mutuos que generan confianza entre todos. Esa unión permite que cada uno presente sus impresiones y ponderaciones personales. Significa “escuchar con atención a los otros y comunicar la propia experiencia de manera sencilla, clara, confiada”.
 
El R. P. Sosa, S. J. es consciente que en no pocos casos personas que participan en las obras de la Compañía, o inspiradas en ella, comparten la vida y el trabajo, pero no la fe cristiana. No obstante, considera que es posible crear espacios para que todos se involucren en el discernimiento y compartan la profundidad de su experiencia, particularmente en lo que se refiere “a la tarea de servir a la humanidad, rescatando y asegurando su dignidad amenazada”. Será un modo de aumentar la calidad de la universidad que requiere “la escucha, el diálogo, salir al encuentro de otras disciplinas y enriquecerse de otras perspectivas del mundo, la ciencia y la cultura, sin encerrarse en su propia verdad”.

Por lo tanto, prosigue R. P. Sosa, S. J., “la Universidad debe, pues, contar con espacios de discernimiento que orienten su misión intelectual”, para ello “hay que examinar, en primer lugar, el grado de colaboración real existente al interior de la misma comunidad universitaria: si nos sentimos partícipes de una misión y visión compartida, capaces de contribuir a la misma visión estratégica a través de un plan de acción compartido”.

También en su alocución –el Superior General– subraya que el discernimiento en común “no es lo mismo que una discusión de ideas y proyectos, como en una reunión gerencial que busca lo más razonable según una lógica administrativa”, ni tampoco se asemeja al ejercicio “parlamentario”, basada “en la negociación de intereses y favores etc., y en el que muchas veces vale más la cierta oratoria que la real densidad de los argumentos”. El discernimiento va más allá.

En definitiva, la planificación, se concluye, es un instrumento que permite poner en acción los frutos del discernimiento. Es decir, una vez tomada la decisión hay que hacerla realidad. En la perspectiva de una universidad ignaciana no se trata sólo de un “ejercicio técnico”, o de una mera planificación, sino de “planificación apostólica” en cuanto que incluye la perspectiva y la riqueza proveniente del evangelio, “evitando convertir la planificación en tributo a la moda de las técnicas del desarrollo corporativo”. Finalmente, la planificación estratégica supone estrategias de largo, mediano y corto plazo. Al final de cada período, se debe hacer la evaluación –examen- de lo que se ha realizado y reorientar el proceso. Una buena planificación es, pues, siempre flexible, teniendo en cuenta, como dice Ignacio, “las personas, los tiempos y los lugares”. 


Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador 
Buenos Aires, marzo 2022

Compartir: