Discernir para ser más libres
Discernir es comparable a la acción de pasar por un filtro o tamiz, ya sea para retener o desechar lo que es conveniente. Tal actitud ya afirmada en los evangelios es reafirmada por San Pablo que exhorta "evaluar lo mejor" y adherir a “lo que es bueno, agradable y maduro". En nuestro tiempo el Concilio Vaticano II también invita al discernimiento mediante el aggiornamento (ponerse al día) y ressourcerment (ir a las fuentes). O sea, nos indica la manera de situarse ante la realidad, ya no solo para extirpar la cizaña sino también para “escrutar” y “ver”, “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”.
Más recientemente, el Papa Francisco puso especial énfasis en destacar la necesidad del discernimiento como una práctica habitual en la vida de la Iglesia. Para ello no solamente se apoya en la tradición general eclesial que lo precede, sino también, –por su condición de religioso jesuita– en las fuentes ignacianas y en las de la Compañía de Jesús. Por ejemplo, en 2022 dedicó una serie de catequesis sobre el discernimiento. En la segunda de ellas, hace referencia a San Ignacio de Loyola a quien señala como “uno de los ejemplos más instructivos” sobre el ejercicio del discernimiento.
En efecto, la consulta y el discernimiento como “modo de proceder” estuvo claramente presente en la decisión de Ignacio y sus compañeros de cofundar la Compañía. Francisco ya desde el comienzo de su ministerio petrino exhorta a “cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (Evangelii Gaudium 30), y de manera “constante” (EG 43), pues la comunidad cristiana en medio de “los límites del lenguaje y de las circunstancias” tiene que “crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu” (EG 45).
Años después, Francisco en su exhortación apostólica Amoris Laetitia (2016) refuerza y brinda un amplio espacio al discernimiento en relación con la vida familiar, orientación que se puede extender al conjunto de la vida cristiana en que los fieles “muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas” (AL 37). Asimismo, se indica que el discernimiento no significa simplemente aplicar doctrinas o reglas a la vida real, sino que “es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena” (AL 303).
El enfoque sostenido por Francisco en Amoris Laetitia es interpretado por Juan Carlos Scannone sj como una concepción de ética general que no significa “una mera casuística unívoca y ahistórica, pero tampoco una moral equívoca y relativista «de situación», sino un cuidadoso discernimiento espiritual personal”, acompañado por la autoridad pastoral que lo confirme. Esto no significa adherir a “una mera emotividad” sino “un sentir inteligente y sabio”. O sea, los casos morales, especialmente los más difíciles, “no se los soluciona por la mera aplicación silogística de una norma –sostiene el P. Scannone–, sino que se refieren a situaciones que acontecen en medio de límites, condicionamientos y contingencias históricas-psicológicas, culturales, sociales, y aun biológicas que piden discernimiento”.
Asimismo, el teólogo jesuita considera que el discernimiento puede compararse con la “indiferencia ignaciana”. “Hacernos indiferentes”, según Ignacio, permite poner en marcha el discernimiento espiritual como un ejercicio de libertad y desapego de todo para buscar lo bueno, lo verdadero, lo bello.
Ver también: https://noticias.usal.edu.ar/es/%3Fque-significa-discernir%3F
Mg. Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
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