El legado de Francisco, nuestra tarea
El pasado lunes nos despertamos con la triste noticia de la partida a la Casa del Padre de nuestro querido Papa Francisco. La comunidad de la Universidad del Salvador (USAL) sabe que no fue una figura lejana, sino alguien profundamente presente, cercano y fundamental en nuestra historia.
Su preocupación, afecto y cercanía se manifiestan con claridad en la “Carta de Principios” y en sus posteriores relecturas, textos que, hasta hoy, siguen dando identidad y sentido a nuestra Casa de Estudios. Desde sus comienzos, Jorge Bergoglio nos ha invitado a vivir con la sencillez del Evangelio, compartiendo la alegría de la Buena Nueva con todos, especialmente con quienes están más alejados o excluidos.
Soñaba y trabajaba por una Iglesia en salida, misionera, capaz de transformarlo todo con tal de acercarse a quienes sufren en las periferias existenciales. Migrantes, ancianos, enfermos, niños y personas privadas de libertad formaban parte constante de sus preocupaciones y acciones concretas. Su propósito era claro y firme: una Iglesia que saliera a los caminos a buscar a “todos, todos, todos”.
Con claridad y sencillez nos enseñó mucho. Sus discursos y catequesis constituyen un verdadero tesoro, cuya riqueza seguirá iluminando a los cristianos a lo largo del tiempo. Su fecundo Magisterio ha inspirado —y seguirá inspirando— tanto a quienes están dentro como fuera de la Iglesia.
En Evangelii Gaudium logró condensar en cuatro sencillos principios los fundamentos que orientarían todo su pontificado: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte. En Laudato Si’, subrayó la urgencia del cuidado de nuestra Casa Común, proponiendo una ecología integral que proteja a los más vulnerables, sane una economía que debe estar al servicio de los pueblos —y no al revés—, y promueva una política más humana, capaz de cuidar y fomentar el desarrollo integral de las personas. En Fratelli Tutti, volvió a colocar en el centro de nuestra acción al prójimo: ese hermano herido al borde del camino que nos interpela y nos llama a la fraternidad universal. Finalmente, en Dilexit Nos, nos invitó a renovar nuestra vida de oración y nuestra vocación al Sagrado Corazón, redescubriendo que el amor que da sentido a todo.
Desde el Concilio Vaticano II, y especialmente con Francisco, ser y vivir en la Iglesia han sido transformados en y desde la sinodalidad. Todas las instancias eclesiales, incluyendo las universidades confesionales, como la nuestra, deben adoptar este enfoque sinodal, volviéndose más horizontales, participativas y corresponsables para construir verdaderas universidades dedicadas a la evangelización permanente.
Cuánto debemos valorar y agradecer el don de su sabiduría, una sabiduría viva, dinámica, que no se encierra, sino que inspira, incomoda y moviliza. Hoy más que nunca, nuestra tarea es mantener vivo su legado, para que siga dando frutos en el corazón de nuestra comunidad universitaria.
Oremos a Dios, y ¿por qué no?, también pidamos la intercesión de Francisco, para que podamos continuar su Magisterio y ponerlo en práctica en nuestro día a día como Universidad al servicio de todos.
Por la Lic. Sabrina Marino y el Mg. Agustín Podestá del Vicerrectorado de Formación de la Universidad del Salvador (USAL)
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