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Valentín Fregoni, Gabriela Michetti y Tomás Somoza Nazar Anchorena

“La Universidad del Salvador es una universidad con gran amplitud de criterios, muy necesaria para entender el mundo actual”. Entrevista a Gabriela Michetti, ex Vicepresidenta de la Nación

La ex Vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, graduada de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador (USAL), nos abrió las puertas de su casa para brindarnos una entrevista y contarnos sobre su recorrido por nuestra Casa de Estudios. Gabriela nació en la ciudad bonaerense de Laprida, Provincia de Buenos Aires; es sobrina nieta de Arturo Umberto Illia, ex Presidente de la Nación Argentina. Se recibió de Bachiller en Ciencias Políticas y en el año 1988 se graduó como Licenciatura en Relaciones Internacionales en la USAL. Además, fue docente de nuestra Universidad, Presidenta del Honorable Senado de la Nación, Vicejefa de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Diputada y Senadora Nacional. Fue distinguida como Caballero Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Italiana.  

En una charla con la Secretaría de Prensa nos contó por qué optó por las carreras de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales “Desde muy chica tuve interés por lo público, por todo lo que tiene que ver con la sociedad: cómo ayudar a quienes más lo necesitan, a los más vulnerables. Crecí en una familia católica, cristianos muy comprometidos. La vocación de servicio, como que nació conmigo. Colaboraba en el Hogar del Hospital del Laprida con los chicos que no tenían familia, así que les diría que ahí nació mi vocación, mi deseo de estudiar política. Y lo internacional también ya que desde muy pequeña tuve la oportunidad de viajar bastante; mis padres nos llevaban a todos lados. Esa vocación de conocer el mundo también estaba muy presente. Entonces ahí dije: “Bueno, una de las dos cosas, política o internacional. Y comencé a ver cómo podía canalizar esa vocación dentro de ese ámbito. Cuando me enteré de que existía una carrera que se llamaba Relaciones Internacionales, dije: “Esta es la mía”.

¿Cómo fue su elección por la Universidad del Salvador? La verdad es que tengo que decir que fue con una ignorancia supina. Le agradezco a Dios toda la vida hasta el día de hoy haber terminado en la Universidad del Salvador. Creo que realmente fue una ayuda de Dios, porque los jesuitas encajan muy bien con mi forma de ser. Toda la inspiración jesuítica que tiene la Universidad; en aquel momento estaba el Padre Ismael Quiles S.J. como profesor. Sentía que me iba a brindar una formación más amplia y más abierta que en otras universidades donde se dictaba la carrera. Para mí, la Universidad del Salvador es una universidad con una amplitud de criterios, muy necesaria para entender el mundo actual.

Cuando se le consultó sobre cómo fue esa transición de venir de Laprida a la ciudad, nos comentó que los dos primeros años vivió en una Residencia, hasta que vino su hermana y sus padres les compraron un departamento. Después llegó su hermano y estuvieron los tres juntos. “Compartimos una etapa muy linda, viviendo juntos como familia”.

Agregó: “El primer año fue duro. Iba a la Universidad y pasé de ser la que todos conocían, la abanderada, a ser una más”. Destacó que la USAL era más abierta en pensamiento que otras universidades donde se cursaba la carrera de Relaciones Internacionales, las demás parecían más cerradas: una más liberal, la otra más conservadora, pero acá podíamos convivir todos. “Había un grupo de radicales furibundos, uno de peronistas furibundos, otro de anarquistas —que eran mis amigos—. Me abrió la cabeza”.

¿Qué profesor le impactó más en su vida académica y que usted siente que le ha dejado una enseñanza que la ha marcado? Fue Guillermo Joahim. El piso de la Facultad era de madera, ya que era un edificio antiguo. Era tal la producción de ideas que se generaban en clase, que terminaba escribiendo en el piso, por la cantidad de cosas que enseñaba. Una persona extraordinaria, que me marcó muchísimo en lo relacionado con la estructura del pensamiento científico y el proceso del conocimiento. No se trataba de memorizar algo, sino de entender por qué una persona pensaba de determinada manera y cómo llegaba a sus conclusiones.

Para Gabriela Michetti sus estudios universitarios contribuyeron mucho a su formación y le brindaron amplitud de criterio. “El PRO fue una construcción nueva, un partido muy del siglo XXI. Desde ahí podía hacer política desde el Estado, con el objetivo de generar otra ciudad de Buenos Aires para los vecinos, y eso implicaba una fuerte tarea de comunicación ciudadana. Era algo novedoso. ¿Cómo comunicás? ¿Cómo hacés para que alguien te vote? Tenés que contar quién sos, qué pensás, cómo querés hacer las cosas”. Agregó que nunca fue fanática de nada, siempre intentó sostener sus valores, pero sin cerrarse. Siempre decía: “Si veo que el líder de mi partido toma decisiones contrarias a mis valores, yo no me quedo. Mi único fanatismo fue, y es, por Jesús”.

La Universidad del Salvador le dio la posibilidad de convivir con gente muy diversa. Señalando que algunos compañeros hacían un esfuerzo enorme para abonar la cuota, y otros la pagaban como si fuera una limosna. Para Gabriela esa diversidad era muy positiva, “porque te obliga a convivir con la realidad. Tuvimos profesores extraordinarios, que realmente se desvivían por enseñarnos. Me acuerdo especialmente cuando cursé Teoría de las Relaciones Internacionales, una materia central en la carrera. Fue un gran desafío, porque venía de tener docentes muy buenos, y esa vara era alta. Después, cuando me tocó ser profesora, me enorgullece que hayan tenido una buena imagen de mí. No sólo por una cuestión de ego, sino porque sentí que podía transmitir algo. Lo que más me importaba era que aprendieran a pensar”.

¿Cómo definiría a Gabriela Michetti? Soy una persona muy feliz. Me ha tocado vivir situaciones muy difíciles, muy duras, y todavía me toca enfrentar desafíos. Pero gracias a la fuerza y a la fe que nos transmitieron nuestros padres, puedo poner cada cosa en su lugar, sin que lo malo destruya todo lo demás. Creo que soy, sobre todo, una mujer fuerte. Muy madre. Me encanta ser madre. Tengo un solo hijo, pero desde hace ocho años también acompaño la crianza de dos chicas, que hoy tienen 19 años. Las cocrío con su mamá: viven un poco acá, un poco allá. Ahora están en la universidad, y es muy lindo acompañarlas. Soy inquieta, muy abierta a la diferencia. Aunque tengo muy claro qué tipo de vida quiero llevar y cuáles son mis principios, mi moral, mi ética, eso no me impide disfrutar de la diversidad. Me encanta conocer otras formas de ver el mundo, convivir con lo distinto. Eso también me define.

¿Qué le diría a alguien que tal vez no se anima a cumplir sus metas por miedo a las adversidades o al qué dirán? Le diría algo que dijo el Papa Francisco: “Hay que soñar en grande. Porque si soñás en grande, el camino que recorres siempre va a ser más largo y más profundo que si soñás en chico”. Aunque no llegues al máximo sueño, esa imagen ideal te va a empujar hacia adelante. Yo prefiero ser idealista, porque el idealismo mueve. El realismo, en cambio, te describe una situación, pero no te impulsa. Te deja en un lugar más calculado, más frío. En mi caso, logré cosas que mucha gente desconoce, incluso desde un rol como el de la Vicepresidencia de la Nación. Siempre trabajamos con una foto de la Argentina que queríamos dentro de 30 años. Teníamos un modelo allá adelante, una utopía. Y eso era lo que me movía. Para mí, el idealismo es fundamental. Soñar en grande te permite tener una imagen total, una meta que te moviliza, y eso es lo que hace la diferencia.
 
Gabriela Michetti nunca se imaginó que llegaría a ser Vicepresidenta de la Nación , ni siquiera el día anterior a su asunción, ya que nunca fue su meta. Siempre quiso formar parte de un grupo de personas que trabajara para hacer de la Argentina un país distinto. Para ella la posibilidad que le ofreció el partido político PRO fue justamente eso: una construcción nueva, en la que podía tener injerencia y aportar una identidad particular al partido. “Eso fue lo que me entusiasmó y a partir de ahí me comprometí y me metí en la cancha. Cada cargo que tuve fue consecuencia del anterior. Si tuviéramos una política menos personalista, quizás todo sería más fácil. Hoy muchas veces se transforma en una pelea entre personas, no entre ideas o proyectos”.

Su referente en la política y alguien que la inspira mucho es la figura de Konrad Adenauer, político alemán de la posguerra, que logró unificar las Alemanias. “Tenía valores impresionantes, un enfoque social-cristiano con el que me siento muy cómoda. También admiro a Angela Merkel, que fue canciller de Alemania y pertenece al mismo partido”. En nuestro país rescata especialmente a Arturo Illia, sobrina nieta suya, primo hermano de su abuelo.  A estas figuras las valora mucho por su manera de pensar el Estado. “Si bien no coincido con todo destaco que era una persona al servicio de los demás, honesta, humilde, médico del interior. Frondizi también me parece un ex Presidente destacable, por su visión del desarrollo argentino y su forma de plantarse ante lo público. Y, por supuesto, a Mauricio Macri. Soy testigo directa de decisiones que él tomó sabiendo que le iban a perjudicar su imagen. Nunca especuló, actuó por valores. Eso me marcó mucho. En el plano personal, mis referentes máximos son mis padres. Son un ejemplo de vida para mí”.

A modo de cierre, ¿qué mensaje le dejaría a las nuevas generaciones? Fundamentalmente, soñar y pensar en grande. Desafiarse desde un lugar más humanista, en el sentido de desarrollo personal y también de vivir bien. Yo estoy contenta con lo que tengo. Vivo en una casa que es linda, no es un barrio top, pero estoy bien, es un lugar cómodo donde vienen mis amigos y nos sentimos a gusto. No estoy todo el tiempo pensando en querer más, porque creo que hay muchas cosas más importantes para hacer con el tiempo que simplemente ganar plata.
En algún punto, hay que desafiarse, no quedarse con lo que se tiene. Es importante ponerse metas y comenzar a alcanzarlas, aunque no siempre sea lo más cómodo. Desafíen sus profesiones, estudien siempre, y no dejen de conocer más. Pero, sobre todo, sean buenas personas. El amor es el tema central: el amor de pareja, con los hijos, con los padres, con los amigos, con todos. Tengan una visión humanista, de valorar la vida humana desde su concepción hasta el final.

A veces veo que algunas personas defienden la vida en ciertos temas, pero luego se olvidan de lo que pasa en el día a día. Yo les propongo ser buenas personas, buenos profesionales, y desarrollar todos los talentos y capacidades que tienen. Si los profesores, los padres o los amigos les dicen que son buenos en algo, créanlo y sigan ese camino. Sean consistentes con lo que son y, sobre todo, fieles a ustedes mismos.


 

Por Tomás Somoza Nazar Anchorena y Valentín Fregoni, estudiantes de Periodismo Deportivo de la Universidad del Salvador (USAL) en el marco de las Prácticas Educativas de Capacitación. 
Coordinación: Mgtr. Mariana Bonelli, Secretaría de Prensa de la Universidad
 

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