"No se puede ser pintor sin establecer relaciones determinadas de forma y espacio"
Carlos Gorriarena, maestro del color conocido por su paleta encendida, de contornos difusos y deformantes, nació en Buenos Aires el 20 de diciembre de 1925 y falleció el 16 de enero de 2007, a los 81 años, en el balneario uruguayo de La Paloma.
"A los 17 años ingresé a la Escuela de Bellas Artes y tuve la suerte de tener dos grandes maestros, Lucio Fontana - el que luego partiría para Italia - en escultura, y Antonio Berni en dibujo. A los pocos años abandoné la escuela y proseguí mis estudios con el pintor Demtrio Urruchúa”. Su padre quería que sea marino y una vecina que vivía en la misma cuadra de su casa le regalo sus primeros acrílicos.
Su primera exhibición fue en el año 1959, y fue cofundador y participante del Grupo del Plata (1960-1964). En 1962 es invitado por la Michael Karoly Memorial, que dirigía Bertrand Russel, a Vence (Francia). Durante los años 1971-72, reside en Madrid.
Cuando se le preguntaba si se puede ser pintor sin saber dibujar, era categórico: "no se puede ser pintor sin establecer relaciones determinadas de forma y espacio". A Carlos Gorriarena le parecían interesantes las posibilidades que brinda el arte digital, pero siempre prefirió sus telas y sus tarros de pintura.
Con más de treinta exposiciones individuales, expuso en el país, Brasil, México, Canadá, Francia y Madrid, donde residió durante 1971. Participó en casi 200 muestras colectivas, y entre los numerosos reconocimientos a su labor pictórica ganó el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, en 1986, la máxima distinción a las artes visuales, por su obra Pin Pan Punk. En 1989 se hizo acreedor de la Beca Guggenheim.
Un día, su amigo Eduardo Bergara Leumann, fundador del Museo Escenográfico “Botica del Ángel”, lo convoca para que ambientara un sector del museo, donde se encuentran varias obras del artista, obsequiadas por él. Y, en un cuadro que se llama “La Vitrolera” dejó escrito una anécdota de ese día.
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