“La Boca es un invento mío”
Benito Quinquela Martín cuyo nombre de nacimiento fue Benito Juan Martín. Falleció el 28 de enero de 1977 y fue un artista plástico que fue considerado, por él mismo, como “el inventor de La Boca”.
Fue abandonado el 21 de marzo de 1890 en la Casa de Niños Expósitos, Casa Cuna, y allí se fijó su fecha de nacimiento por aproximación: el 1 de marzo. Ese día festejaría su cumpleaños hasta el final de su existencia. En ese orfanato viviría su primera infancia.
A los ocho años fue adoptado por el matrimonio Chinchella. Su padre adoptivo, Manuel, era genovés y criado en Olavarría. Su madre adoptiva, Justina Molina, entrerriana, de Gualeguaychú y de ascendencia indígena. En el barrio de La Boca tenían una carbonería muy modesta.
Benito cursó sus estudios en la Escuela Primaria N°4 donde aprendió hasta el tercer grado debido a la situación económica de su familia para empezar a trabajar como colaborador en la carbonería. Su maestra le enseñó los conocimientos elementales: leer, escribir y nociones de matemáticas. De adolescente ayudó a su padre en el puerto, como estibador, que fueron el sujeto presente en su pintura.
Ese incesante trajín del trabajo del puerto, un paisaje que no se parecía a ningún otro de la ciudad de Buenos Aires, el paisaje del río, los entornos de la Isla Maciel y de algunas partes de La Boca, la arquitectura boquense, el colorido de esa arquitectura, originó el eterno romance entre La Boca y Quinquela.
La cultura era parte de la vida cotidiana del barrio de La Boca con la presencia de artesanos, tallistas y escultores. Benito repartía su tiempo entre la carbonería y el trabajo en el puerto, garabateaba, ensayaba, algunos dibujos, con el carbón de la carbonería
El primer pincel que tomó en su vida fue a los 14 años, en 1904, cuando participó para ganarse unos pesos en la campaña que llevó a Alfredo Palacios a ser el primer diputado socialista de América Latina.
Su vocación se afirmó con el ingreso a la academia Pezzini-Stiatessi, donde el maestro Alfredo Lázari le dio sus primeros conocimientos técnicos sobre el arte. Exhibió sus obras en varias exposiciones realizadas en el país y en el extranjero, logró vender varias de sus creaciones y otras tantas las donó. Con el beneficio económico obtenido por estas ventas realizó varias obras solidarias en su barrio, entre ellas una escuela-museo conocida como Escuela Pedro de Mendoza.
Si bien no tuvo una educación formal en artes, sino que fue autodidacta, eso lo llevó en varias ocasiones a sufrir menosprecios de la élite artística y la crítica, hacia su trabajo y sus obras. Usó como principal instrumento de trabajo la espátula en lugar del tradicional pincel.
Por el año 1910 se anotó como profesor de Dibujo en la escuela Fray Justo Santa María de Oro, dependiente del Consejo General de Educación, donde los obreros adultos concurrían a completar sus estudios secundarios, en el horario vespertino. Quinquela les enseñaba los secretos del dibujo ornamental con el fin de aplicar el arte a la industria. La idea concebida junto al maestro Santiago Stagnaro era acercar el arte a la clase obrera.
Benito Quinquela Martín y Eduardo Bergara Leumann, fundador del Museo Escenográfico “Botica del Ángel” se conocieron en la década del ’60 en el Estadio de la Boca, cuando Eduardo le realizó una nota periodística para su programa televisivo “Botica del Ángel”.
Después de ese encuentro, Quinquela Martín pintó unas minifaldas que se usaron en los espectáculos de “Botica del Ángel”, por Melora y María José Demare, hijas del director de cine Lucas Demare.
Un día de visita a la primera “Botica del Ángel” de Lima 670 y conversando con su fundador de las nuevas expresiones de artistas plásticos tomo una cartulina y pegó un ángel, que lo llamo “el ángel de La Boca” y alrededor esbozo unas pinceladas y dejo escrita una frase que dice que él podía hacer cualquier obra de otros artistas plásticos pero que ninguno de ellos podría hacer sus barcos. Además, en la obra dejo escrita una frase que dice “El hombre en Buenos Aires nace y muere gris, por eso yo le di color”.
Ambas obras del artista plástico, Benito Quinquela Martín, se encuentran expuestas en el Museo Escenográfico “Botica del Ángel”.
Quinquela en italiano, la "c" con la "h" se pronuncia "k" pero en español se pronuncia como el fonema "ch". Para evitar confusiones lo castellanizó y lo empezó a escribir con "q" para mantener el sonido original en italiano. Por medio de un abogado realizó el cambio ante la Justicia. El trámite tardó en hacerse, cuando consiguió la audiencia con el juez aprovechó para cambiar su nombre, de "Benito Juan Martín Chinchella" pasó a ser "Benito Quinquela Martín", eliminando el segundo nombre y pasando el tercero al apellido y de esta forma simplificarlo y conseguir que en su país natal nadie se confundiera. Esto, sin embargo, provocó que en sus viajes a Italia pronunciaran su apellido "Cuincuela" al ver "Quinquela".
El debut oficial de su nuevo nombre fue en 1920 con un premio a su tela "Escena de trabajo", exhibida en el Salón Nacional y en su tercera exposición individual en la galería Witcomb de Mar del Plata donde presentó veinte obras. A esta presentación se le sumó un viaje en avión a esa ciudad, su primer vuelo. Desde la ventanilla pintó las nubes vistas desde arriba. No se conoce el paradero actual de ese cuadro. En esa ciudad balnearia pintó las vistas de la playa y disfrutó del dinero que obtuvo por esa exposición, el cual invirtió para alquilar su primer taller que fue solamente suyo en la calle Almirante Brown.
Los restos de Benito Quinquela Martín fueron enterrados en un ataúd fabricado por él, años antes, porque decía "que quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa". Sobre la madera que conformaba el ataúd estaba pintado una escena del puerto de La Boca.
El video publicado es un fragmento extraído de un reportaje realizado por Felipe Pigna a Eduardo Bergara Leumann para el programa “Vida y Vuelta” en canal 7, agradecemos a su producción.
- Inicie sesión para enviar comentarios