Universidad y desarrollo humano
La definición originaria de universidad es la reunión de los diferentes saberes en un ámbito común. O sea, más allá de cada disciplina particular y de su especificidad, se supone que hay un horizonte compartido que las aglutina y hace converger. Entre las muchas posibilidades de indicar ese objetivo común se puede indicar uno que le es muy propio: el desarrollo.
Si bien el término desarrollo puede resultar difuso y equívoco, aquí lo consideramos en su sentido más pleno equiparable a desarrollo humano integral. En esa perspectiva se ubica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que en 1990 acuñó el concepto de “desarrollo humano” que supera la concepción reductora que concibe al desarrollo en términos solamente de crecimiento económico.
Para el PNUD el crecimiento es necesario, pero no suficiente. El desarrollo humano incluye otros aspectos esenciales como una vida prolongada y saludable y la formación de capacidades, conocimientos y destrezas, que además están mucho más allá de la satisfacción de las necesidades básicas.
Cada año el PNUD publica los Informes sobre Desarrollo Humano abordando algunos temas en particular, por ejemplo: definición de desarrollo humano, seguridad humana, cuestión de género, pobreza humana, modelos de consumo, la libertad cultural en un mundo diverso, comercio y seguridad en un mundo desigual, vulnerabilidades y resiliencia, el antropoceno, movilidad humana, cambio climático, nuevas tecnologías.
El último Informe sobre Desarrollo Humano se titula “Tiempos inciertos, vidas inestables: configurar nuestro futuro en un mundo en transformación”. El Informe advierte de la existencia de múltiples incertidumbres interconectadas entre sí con la pandemia de la COVID-19 seguida por la guerra en Ucrania y su interrelación con enormes transformaciones sociales y económicas, y un extraordinario avance de la polarización.
Al respecto, se señala que la situación de la salud, la educación y las condiciones de vida de los países ha empeorado a nivel mundial durante dos años consecutivos. América Latina y el Caribe se ha visto particularmente afectada como región.
También se sostiene que la mutua interconexión entre inseguridad y polarización ha erosionado la solidaridad y la acción colectiva necesarias para combatir las crisis a todos los niveles. Nuevos cálculos muestran, por ejemplo, que las personas con una mayor sensación de inseguridad son más propensas a caer en el extremismo político.
El Informe recomienda aplicar políticas dirigidas a fomentar las inversiones –desde las energías renovables hasta la preparación frente a las pandemias, y la protección social– ante las contingencias de un mundo incierto. Al mismo tiempo, la innovación en sus múltiples variantes —tecnológica, económica, cultural— puede también desarrollar capacidades para responder a los desafíos que vayan surgiendo en el futuro.
Tal como indicábamos al comienzo, concentrarse en la temática del desarrollo es para el sistema de educación superior –en conjunto con otros actores– una exigencia, un desafío y una responsabilidad para proporcionar a la sociedad y a las personas herramientas que les permitan sentirse más seguras, recuperar la sensación de control sobre sus vidas, y tener esperanza en el futuro.
Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador
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