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Presentación de “Huellas en Papel” dedicada a la Biblioteca de “Atahualpa Yupanqui”

El 22 de agosto se presentó en el Auditorium “R.P. Ismael Quiles S.J” el fascículo no. 17 de la Revista de la Biblioteca Histórica de la Universidad del Salvador (USAL). En su décimo segundo año “Huellas en Papel” dedica esta entrega a la difusión de los trabajos que el equipo de la Biblioteca Histórica de la USAL realiza desde el 2022 con los documentos de la biblioteca y archivo de Yupanqui, y que han dado como resultados el catálogo en línea, la biblioteca digital y los trabajos de preservación y conservación a largo plazo de los materiales.   

En el acto académico-artístico se escucharon las palabras de los escritores: Padre Carlos Manuel Otero, Dr. Mariano Carou, con la lectura de fragmentos de obras literarias de Yupanqui, y el canto de Roberto “Kolla” Chavero, hijo del cantautor.  

Estuvieron presentes la Vicerrectora Académica, Romina Cavalli; el Presidente de la Fundación Atahualpa Yupanqui (FAY), Roberto Chavero; la Directora de la Biblioteca Nacional, Susana Soto; el Director de la Comisión Nacional Protectoras de Bibliotecas Populares (CONABIP), Raúl Escándar; y la Directora de la Biblioteca Central de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA). Acompañaron también Nora Golías y Natalia Guigou, en representación de la Gerencia de Promoción Sociocultural, que entregaron una carta del Ministerio de Cultura del GCBA dirigida al Rector de la Universidad, Carlos Ignacio Salvadores de Arzuaga, en adhesión al evento.

Compartimos algunas partes de la presentación con la que la Directora de la Biblioteca Histórica, Liliana Rega, se refirió a los trabajos realizados y a los contenidos de la publicación.

“¿Cómo presentar la biblioteca de un artista del que, al decir de Juan Falú en el prólogo de un reciente libro, ya “se dijo todo y bien dicho”? Y por esto Falú prefiere dar cuenta del vacío que implica su ausencia en tiempos de crisis cultural.

Como si hoy estuviéramos huérfanos de obras que graviten desde el suelo, y de obras que graviten desde el suelo con la suficiente hondura y solidez que nos obliguen a detenernos. En este sentido, la obra de Yupanqui se lee, se escucha, rotunda; y por eso, quizás, sea su destino permanecer en el escondido, escondida de un ambiente atravesado por lo que fácilmente deslumbra. 

Al comenzar a trabajar con sus libros, a partir del feliz convenio entre la Fundación Atahualpa Yupanqui y la USAL, me preguntaba si su biblioteca reflejaría ese resuello compacto, ese aliento compacto de una obra que es toda presencia. El artículo La Capataza. La biblioteca de un caminante es un intento de ofrecer una respuesta a esta pregunta. No voy a detenerme ahora en números ni en los resultados de nuestros criterios técnicos o profesionales que, lógicamente, fueron aplicados con la mayor responsabilidad de la que somos capaces. Todo eso se puede encontrar en los links que entregamos en la revista (del catálogo, de la biblioteca digital, de la versión digital de esta misma publicación); por otro lado, los avances de nuestros trabajos los difundimos también por las redes. Porque además de catalogar, digitalizar, guardar, restaurar, conservar libros y papeles, nuestro objetivo es hacer público y accesible con un click la mayor cantidad de contenidos atesorados en esta biblioteca única. 

Única como lo es cada biblioteca porque, como dice Alberto Manguel, toda biblioteca es autobiográfica. Y es claro, esta biblioteca tiene marcas, los libros tienen leyendas que ha escrito Yupanqui, unos registran su firma, mientras que otros no; incluso su firma ha cambiado en diferentes períodos de tiempo. Una biblioteca personal siempre es también un racimo limitado de asuntos y de autores. Por otro lado, hay una comunicación que sobrevuela a las entrañables dedicatorias (en algunos casos hasta ensambladas) que nos hemos ocupado muy especialmente de registrar porque creemos que allí hay una fuente de investigación futura. Las dedicatorias se encuentran transcriptas, digitalizadas y accesibles desde el catálogo en línea. Siguiendo esta senda, instamos a ver el breve video en YouTube llamado: Yo te admiro, Yupanqui. 

La biblioteca tiene libros que hoy son inhallables y ofrece, y es esto lo que me interesa resaltar en el día de hoy, diversos itinerarios bibliográficos para transitar. La biblioteca, esta biblioteca que fue la de un caminante, presenta necesariamente diferentes rutas que señalamos en este artículo; y no me cansaré de decir que es una riquísima fuente abierta a lectores interesados por la literatura regional, el folclore argentino, la literatura indígena; y aunque me propuse no detenerme en ningún título porque la elección sería injusta, necesito decir que en este sendero, el de la literatura indígena, merece especial consideración la versión del Martín Fierro en lengua quichua realizada por Sixto Palavecino; y por otros senderos podremos dar con el libro de artista del poeta japonés Jiro Hamada, único, raro, elaborado con una delicadeza notable.

[…] Estas consideraciones nos han llevado a diferenciar, dentro de La Capataza (con 4000 libros y más de 400 partituras considerando también los álbumes musicales), la colección tesoro, un grupo de 1000 libros reconocidos medulares en la formación y época de Atahualpa Yupanqui. Los mismos se distinguen en el catálogo por la leyenda Colección Yupanqui, y son los que demandan los mayores esfuerzos en nuestro Taller de Conservación del papel para realizar la guarda a largo plazo.

La biblioteca de nuestro caminante está allá, en el Cerro Colorado. Como todo lo profundo, su vida transcurre en silencio, en el escondido de un extenso país como lo es la Argentina. Y está bagualeando, como aquel paisano gastado de trajines que Atahualpa nos trae en Aires indios. Esa casita de piedra que es La Capataza nos dice junto a ese paisano: “Por fuera, nada parezco. /  Por dentro, tal vez que sí…”

Y esta media copla sintetiza la respuesta a la pregunta que me planteaba en los inicios de nuestros trabajos ¿la biblioteca de Yupanqui reflejaría su obra? Hoy puedo decir que sí, que La Capataza es gajo de la vida que la reunió, y ofrece aquello que los lectores, esos mendigos de sentido que somos, venimos reclamando desde lejos, aquello que hemos buscado en todos los tiempos: belleza y consuelo. La Capataza abre tantas travesías como lectores deseantes de su propia verdad haya plantados en la tierra, esa verdad del corazón que se vislumbra si acaso comenzamos un peregrinar poncho adentro. 

La biblioteca de Yupanqui lleva el nombre del último libro que ha escrito se nos entrega como una luna en papel y palabras, sostenida por su huella, es un mojón, una señalada de ese espacio donde el paisaje y lo humano se juegan de modo sagrado.

Hasta aquí la presentación de nuestra pequeña contribución como pequeño es todo trabajo bibliotecario, siempre un quehacer de servicio que reúne y da a conocer, organiza y difunde, muestra, comunica un puñado de libros que están ahí. Se conservarán, se digitalizarán, se cuidarán porque esa es la responsabilidad que la Universidad del Salvador asumió desde hace doce años a través de su Programa Memento destinado al resguardo de la memoria en libros y en documentos en papel con valor histórico y cultural.

La memoria, un asunto que nuestro poeta enlazó a la tierra, y que es eco de la memoria que llevamos inscripta en nuestros cuerpos y en nuestros corazones: la memoria del árbol y del río, del pájaro y de los abuelos. 

Esa raíz lejana, poética, mezclaita con yerbabuena y fraternidad anterior a nuestra propia voz, es lo que Atahualpa Yupanqui comprendió muy tempranamente que venía a narrar. A seguir narrándonos”.
 

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