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SECRETARÍA DE PRENSA
a/c Rectorado

Avenida Callao 801, C1020ADP
Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina
Tel. (+54-11) 4813-3997 o 4014 (ints 2111 o 2108).

Recen por mí

Recen por mí
Eso dijo apenas asumió.
No pidió aplausos, ni fidelidad, ni silencio solemne.
Pidió que rezaran por él.
Cinco palabras simples que desactivaron, en segundos, siglos de jerarquía.

Fue un gesto, pero también un mensaje:
el alma que lidera no se impone, se expone.
Y cuando el ego quiere hablar más fuerte, pedir oración es una manera de bajarle el volumen.

Decir “recen por mí” es reconocer límites,
es recordar que el rol no salva,
que la sotana no blinda,
que el poder —si no se entrega— se pudre.

Hoy no se va solo el Papa Francisco.
Se despide quien se corrió del centro del escenario:
del dogma al diálogo,
del mármol al barro,
de lo correcto a lo humano.

En tiempos donde muchas veces el poder se mide por la cantidad de seguidores o la capacidad de imponerse,
él eligió perder poder para ganar alma.
Le habló al mundo en zapatillas, no en latín.
Se sentó a la mesa con refugiados, con pueblos originarios, con presos y con la ciencia.
Pidió perdón por los errores de la Iglesia, pero también pidió que dejemos de vivir como si el mundo fuera descartable.

No canonizó el dolor. Lo abrazó.
Y en lugar de limitarse a ser “el primer papa argentino”,
fue el primero que hizo que la Iglesia se parezca un poco más a la calle y un poco menos al palacio.

Nos deja un legado incómodo:
Ya no podemos hablar de fe sin hablar de justicia.
Ni de moral sin hablar del hambre.
Ni de espiritualidad sin mirar la tierra.

Fue distinto.
Fue incómodo.
Fue disruptivamente humano.
Tan disruptivo y humano como quien habita lo sagrado.



Agustina Lucero Schmidt, Secretaria de Bienestar Universitario de la Universidad del Salvador (USAL)

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