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Universidades con alma

Tuvo gran repercusión la declaración del profesor Harry R. Lewis –ex Decano de Harvard College, la Iinstitución de Educación Superior más antigua de los Estados Unidos, fundada en 1636– cuando hace años se refirió a su Universidad como un ámbito de “excelencia sin alma”. Con esta expresión tan contundente quería indicar como una Universidad tan prestigiosa por su excelencia académica fallaba, sin embargo, en la necesaria atención a la formación y educación integral de sus estudiantes, en su “alma mater”. Esta expresión, muy usual en el ámbito académico, para indicar dónde se ha estudiado, significa literalmente “madre nutricia”, aludiendo metafóricamente a la función de alimento intelectual que provee a sus estudiantes. 

Harry Lewis partía de reconocer el gran valor del modelo “humboldtiano” de Universidad basado en la indisociable función de docencia e investigación. Wilhelm Humboldt (1767-1835), fundador de la Universidad de Berlín, pretendía además ir más allá de la instrucción profesional y sostenía que hay necesidad del cultivo de la mente y el carácter. 

Una orientación que podemos ver reflejada en el emblema de la Universidad del Salvador: “ciencia a la mente y virtud al corazón” que a su vez bien expresa la perspectiva Ignaciana que junto con la “utilidad”, que busca la mejor capacitación en el campo concreto de especialización de cada uno, tiene en cuenta la “justicia”, para construir estructuras sociales, económicas y políticas, y la “dignidad humana” en todas sus dimensiones incluyendo la dimensión trascendente y espiritual (Paradigma Ledesma-Kolvenbach).

Asimismo, la concepción educativa de W. Humboldt se basaba en la “formación” (en alemán: bildung) entendiéndola como un proceso de maduración personal y cultural y una armonización de la mente del individuo y el corazón, que a su vez conducen al desarrollo de la propia sociedad.

Se suele indicar que el modelo universitario “humboldtiano” fue siendo desplazado, después de la segunda guerra mundial, por otro caracterizado por la especialización, la fragmentación y la separación con las humanidades, sin reflexión sobre sus resultados. A su vez, en muchos lugares se ha ido imponiendo el modelo gerencialista, funcional al mercado y empresa, basado en términos de eficiencia y productividad y abocado a la gestión y comercialización del conocimiento.

Es por eso, que además de Harry Lewis, son crecientes las voces que manifiestan con preocupación la distancia entre los ideales de Humboldt y las tendencias actuales en la educación superior que entienden la educación de forma estrecha como mera preparación para el mercado laboral.

Esas voces propician una visión más amplia de la misión de la universidad, sumando, a la docencia y a la investigación, la innovación, la transferencia del conocimiento y, en especial, la formación en valores. De esta forma, la universidad puede contribuir a un cambio social que no se base únicamente en términos mercantiles, bibliométricos y coyunturales. Justamente Harry Lewis abogaba por universidades con aptitud docente e investigadora que, además, tengan la capacidad de transformar la sociedad desde su condición de «instituciones excelentes con alma». 


Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador 

  
 

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