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“Entre los recuerdos guardo las enseñanzas que nos dejaron los maestros a lo largo del tiempo” Entrevista al Dr. Gustavo Testorelli

La Secretaría de Prensa tuvo el honor de entrevistar al Dr. Gustavo Testorelli, graduado en la Carrera de Medicina de la Universidad del Salvador (USAL) en el año 1983.  En sus palabras, definió haber elegido la Universidad “Por la calidad humana, que es lo más importante”. El Médico Otorrinolaringólogo y también Médico Legista, recalca las relaciones de amistad y la formación que obtuvo en su paso por la USAL, en especial el privilegio de la educación brindada por los profesores de su época.

El Dr. Gustavo Testorelli descubrió su vocación por la medicina desde muy chico: “A los 10 años ya quería ser médico, y después a lo largo del colegio secundario se fue afianzando”. Tiempo después de haber finalizado la educación secundaria ingresó a la Universidad del Salvador. “Elegí la USAL y empezamos primer año en el antiguo Colegio del Salvador, en la calle Riobamba 525”. 

Cuando fue finalizando sus estudios universitarios en la Carrera de Medicina en la Universidad del Salvador se contactó con algunos de sus maestros quienes le aconsejaron seguir algún tipo de especialidad diferente a las clásicas, como pueden ser la Oftalmología, la Dermatología, pero se decidió por la Otorrinolaringología. En esa época, como no tenían esa especialidad hizo el examen para residente en el “Policlínico Bancario” y entró a la residencia. Ahí estuvo con médicos de la primera cátedra del “Hospital de Clínicas” y del “Hospital Italiano”, que fueron los que lo formaron. “Hice el curso de Especialista Universitario en Otorrinolaringología, en la UBA, y después estuve como Jefe de Residencias y de Instructor de Residentes”. Con el tiempo decidió estudiar para ser Médico Legista, y en los cursos tuvo de profesor al Dr. Alejandro Basile, quien era titular de Medicina Legal de la Universidad del Salvador. 

Cuando usted se recibió de médico en la USAL ¿Comenzó de inmediato la especialidad?
En esas épocas terminabas y dabas el examen. Ahora capaz es diferente la formación médica, pero en esa época todos terminábamos y tratábamos de hacer una residencia para seguir formándonos bien. Y eso fue lo que hice. Entré en la residencia y después en segundo año empecé el curso de Especialista Universitario en la UBA, que lo hice en la cátedra de la sede de Ramos Mejía, donde también había profesores de la Universidad del Salvador como el Dr. Sanguinetti cuyo padre escribió el libro con el que estudiamos todos.

¿Qué recuerdos valora de sus años como estudiante en la USAL? 
Hace poco nos reunimos los graduados de la Universidad y tengo un montón de recuerdos. Sobre todo, los recuerdos de los profesores que tuvimos, realmente grandes maestros que nos brindaron sus enseñanzas y nos dejaron una impronta fundamentalmente ética y científica. Hablo por ejemplo del Dr. Albanese en la cátedra de Anatomía. Tuve también al Dr. Mercuri en Fisiología, y a la Dra. Estévez, que después resultó ser una investigadora importante en el tema del VIH. Estaba en la cátedra con el Dr. Alois Bachmann que era académico, ellos daban Microbiología. Por otro lado, en Patología lo tuve al profesor Mieres, y en otras materias lo tuve a Matías Martínez Padre, exVicedecano que daba Farmacología y a Luis González Montaner que en su momento era el Decano de la Facultad, dictando Neumonología. Por eso guardo un buen recuerdo. Sobre todo, el compañerismo entre los alumnos y las enseñanzas que nos dejaron los maestros a lo largo del tiempo, que hoy en día cuando nos reunimos los recordamos.

De esos años de estudiante, conserva amistades, colegas hasta el día de hoy…
Sí, nos seguimos viendo con unos cuantos, porque la vida te va juntando. Cuando terminé la residencia, entré en la Clínica de Microcirugía y me crucé con el Dr. Daniel Scorsetti, que hoy es el Director de la Carrera de Oftalmología en la USAL. Él hacía la residencia con el profesor Malbrán y yo era médico de guardia de Otorrinolaringología. Hoy somos muy amigos, e inclusive escribimos con otro colega un libro sobre la sordo-ceguera. El Dr. Scorsetti escribió toda la parte de Oftalmología y yo algunos capítulos de Otorrinolaringología y la parte de hipoacusia. Ese es casi el único libro que hay de síndromes que provocan sordo-ceguera. 

¿De qué manera la formación en la USAL contribuyó a su vida profesional?
Toda nuestra generación fue privilegiada porque tuvo grandes profesores y eso nos brindó una impronta ética y humana muy adecuada a la Universidad. Sobre todo, eso pasó más cuando empezamos a cursar las materias clínicas. A mí me tocó en el Hospital “Sirio Libanes”. Nos daban clases y realmente era como una familia, nos enseñaban todo con afecto y muy buen criterio, distinguiendo más que nada el cuidado y la calidad para el paciente. Así nos fueron formando de tal manera que nuestro grupo tiene una forma determinada de pensar arraigada a una época.

¿De qué se ocupa un médico otorrinolaringólogo?
Un otorrinolaringólogo se especializa en toda la parte de nariz, garganta y oído. Audición, voz, senos paranasales específicamente. Incluye todas las patologías benignas y malignas por supuesto. Es una especialidad que, junto con la oftalmología, se ha desarrollado mucho últimamente con el advenimiento de la tecnología. Nosotros con el microscopio hemos podido hacer operaciones que antes no se podían hacer. Con el microscopio llegas al fondo del odio, de la nariz, de la laringe. Entonces se puede hacer microcirugía. También está muy bueno toda la parte de implante coclear, que es justamente la colocación de implantes en el hueso temporal que facilitan la audición para personas que tienen hipoacusia profunda.

En los últimos 30 años, Gustavo Testorelli se ha desempeñado en la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos (MAH), una entidad sin fines de lucro donde se dedica a la atención de pacientes hipoacúsicos y su equipamiento bio protésico: “Inclusive he podido atender a muchos que fueron mis profesores. Por ejemplo, equipamos al profesor Juan Manuel Tato, el padre de la Otorrinolaringología. Lo equipamos con audífonos a sus casi 85 años. Atendí a otros que fueron catedráticos míos, como por ejemplo el profesor Mieres del Hospital “Pedro de Elizalde” (Casa Cuna), que era el titular de Patología, famoso por su hipoacusia y que usaba audífonos de caja. Tengo una anécdota linda con él, porque le dije: “¡Doctor! ¡Qué hace con ese audífono tan viejo! ¡Vamos a ponerle uno más nuevo que va a poder llevar atrás de la oreja! Así tiene que estar como si fuese una radio, con un cable” Él me dice: “No, no. Vos dejame a mí así, que me gusta como retumban estos audífonos”. Estaba empecinado con las cosas viejas y no quería cambiar (Risas) También atendí a Rodríguez Amenábar, Titular de la Cátedra de Psicología. Nos daba clases a nosotros. En ese lugar (la Mutualidad) va mucha gente con patología auditiva, entonces en algún momento pasan todos por ahí. Y como yo estuve y estoy hace tanto tiempo, me tocó atender a muchos.

A lo largo de su carrera como Médico Otorrinolaringologo, dentro de la Mutualidad atiende a más de veinte pacientes con hipoacusia por día. “Tenemos acceso a muchos síndromes extraños, derivados del interior o en chicos. En adultos no tanto, pero en chicos vemos si hay síndromes extraños con hipoacusia.” En otras ocasiones ha escrito artículos relacionados al trauma hipoacúsico generado por el uso de pirotecnia: “Como la Mutualidad siempre tiene una función de prevención, otra cosa que ha previsto, es el tema de los auriculares en los adolescentes. Obviamente si los usan una hora y media o dos todos los días, te llevan a un trauma acústico. Lo más triste es que no se dan cuenta. Cuanto más usan los auriculares, más alto tienen que poner el volumen. La primera hora es a un sonido, la segunda a otro. Hay un fenómeno de la adaptación auditiva que hace que el que está escuchando con auriculares suba el volumen cada vez más alto para poder escuchar. Si eso lo repetís todos los días, te genera un trauma acústico de primer grado. Y si después siguen, les toma toda la audiometría. El daño es irreversible, desgraciadamente una vez que está lesionado está lesionado. El trauma de primer grado no te afecta mucho la audición porque son frecuencias que no hay en la vida diaria, pero si siguen hasta 2do o 3er grado terminas sordo.”

Para finalizar le preguntamos al Dr. Testorelli qué desafíos conlleva atender pacientes diariamente con diferentes afecciones. Puntualmente respondió que los desafíos aparecen cuando “Uno trata a los pacientes, se les hace el diagnóstico y luego se enfoca en curarlos” Por eso siempre recuerda una frase que le enseñó uno de sus maestros en Otorrinolaringología: “El médico cura a veces, calma el dolor y consuela siempre. Esa es una gran enseñanza. Porque uno trata de curarlos. A veces se puede, a veces no. Lo que sí podemos hacer es calmar el dolor y brindar palabras de consuelo”.


Por Jazmín Martina Sily, estudiante de Comunicación Social de la USAL en el marco de las prácticas educativas de capacitación.
 

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