¿Por qué leer a Borges hoy y para siempre?
El 24 de agosto se cumplieron 121 años del nacimiento de Jorge Luis Borges, autor argentino que no solo es una de las figuras centrales de nuestra literatura nacional, sino que alcanzó un altísimo grado de reconocimiento en el globo entero. Alguna vez, Borges dijo que “excepto el hombre, todas las criaturas son inmortales, porque ignoran la muerte”. Podemos hacer extensiva esta frase a su vida misma y señalar que, aunque mortal en su fisiología, porque – como a todo hombre – le tocó morir, su obra lo eximió de esta porción del destino y lo volvió un recuerdo que sobrevive en la memoria colectiva de todos los lectores del mundo: finalmente, y contra sus propias palabras, se volvió inmortal a pesar de su propia muerte.
Por eso, y para conmemorar el aniversario de su nacimiento, más que hablar de su vida y de su historia, conviene que nos formulemos una pregunta, en apariencia simple, pero en realidad compleja: ¿por qué Borges se volvió inmortal? ¿por qué elegimos día tras día seguir estudiándolo?
Ítalo Calvino, escritor italiano, propone una serie de razones por las cuales un libro se vuelve un “clásico” (esa palabra polivalente del mundo literario, porque, en definitiva, ¿quién determina que algo es clásico y algo no?) y que son fundamento para su lectura. Para responder nuestro interrogante acerca de Borges, podemos pensar algunas de estas características en torno a su obra:
Un clásico es un libro que, en primer lugar, no simplemente se lee, sino que se relee. Leerlo una sola vez no basta para sacar todo el jugo al texto, y de hecho, la obra de Borges cumple con este requisito: cada una de sus producciones que leemos por primera vez parece pedirnos a gritos que la leamos de nuevo y que la escuchemos todavía un poco más. Pensemos en un relato como “El fin”, breve reescritura del Martín Fierro en el que Borges propone un final alternativo para la historia de nuestro gaucho nacional: su lectura nos obliga a la relectura porque, cuanto más lo leemos, más encontramos y más nos obligamos a seguir inspeccionando sus palabras mismas, tanto como las palabras de otros (como si fuera poca la fama de José Hernández).
Un clásico es, además, un libro que nunca termina de decir lo que tiene para decir, y su capacidad de hacerlo es tan poderosa que sobrevive a los aparentemente infranqueables límites del tiempo: la obra de Borges nos habla desde un pasado no tan remoto, pero pasado al fin, y lo hace con una inmensa validez en nuestro presente: su discurso se dirige al mismo tiempo a la humanidad entera, como a cada uno de los hombres, y es en esa capacidad de interpelarnos como individuos y como grupo que su obra sobrevive. Borges, a pesar de su individualidad misma, supo dirigirse a todos los que integramos la especie humana. Cuando su mano escribió: “Cualquier vida se compone de un solo momento, el momento en que un hombre descubre, de una vez por todas, quién es él”, ¿habrá sabido que sus palabras calarían tan hondo en hombres y mujeres más allá de su tiempo?
Y un clásico, finalmente, es aquel que es capaz de sobrevivir a las críticas: vivimos en una época de perpetua revisión y está muy bien que así sea. No debemos santificar a quienes no han sido Santos, sin duda, pero tampoco debemos permitir que la imperfección de los hombres – que es, en definitiva, la esencia del hombre mismo - nos prive del legado que su paso por el mundo haya dejado. Borges, como cualquier ser humano, no habrá sido perfecto, sin embargo, su obra resiste permanentemente a las objeciones, porque – más allá de lo imperfecto de la existencia humana – sus palabras se han vuelto lo suficientemente universales para sobrevivir al tiempo y las nuevas formas de pensar al mundo y al hombre.
Por eso, en fin, estudiamos y leemos a Borges 121 años después de su nacimiento: porque su enorme vigencia la construyó su mano experta, y su supervivencia la ha garantizado el tiempo mismo. En sus propias palabras: “El tiempo, que despoja a los castillos, enriquece los versos”.
María Constanza Espósito, Licenciada en Letras, docente e investigadora en la Escuela de Letras
Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la USAL
Web: http://fleo.usal.edu.ar/
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