Parresía: libertad con verdad
Hay que reconocerle a Michel Foucault haber llamado la atención sobre la noción de “parresía” que está presente en todos sus cursos dados en el Collège de France de 1981 a 1984. El último de ellos versa en su totalidad sobre la “parresía” cristiana.
En el antiguo mundo griego “parresía” venía a significar «decirlo todo» (pan, todo; risis, discurso) y que M.Foucault redefine como “franqueza, apertura de corazón, apertura de palabra, apertura de lenguaje, libertad de palabra”. Esto no quiere decir que se pueda decir cualquier cosa, sino que incluye una responsabilidad ética. Se habla –señala el mismo Foucault– “porque es necesario, porque es útil, porque es verdadero”. Queda excluida la calumnia, la difamación, la desinformación. Para esto último, ver posverdad: https://noticias.usal.edu.ar/es/populismo-polarizacion-y-postverdad
A su vez, los romanos tradujeron “parresía” como libertad o franqueza en el hablar, por oposición a adulación, al silencio cómplice y a la retórica vacía. Ahora bien, el hablar libre y franco implica un riesgo, sobre todo ante los poderosos o enfrentando a la opinión pública, a la moda, a lo políticamente correcto.
En el lenguaje bíblico cristiano se utiliza varias veces el término “parresía”; por ejemplo, cuando Jesús anuncia su pasión “con toda claridad” (Marcos 8,32) o cuando se dirige a sus discípulos o al mundo (Juan 11,14; 18,20). Su lenguaje era franco, y así quería que se expresaran sus seguidores: “cuando ustedes digan sí, que sea sí, y cuando digan no, que sea no” (Mateo 5,37).
De los Apóstoles se dice que “predicaban con valentía”. San Pablo exhorta a dirigirse a Dios de forma “libre y confiada”, y desea que también los creyentes tengan un amor verdadero, no fingido. Las primeras generaciones de cristianos también practicaban la “parresía” frente a las autoridades públicas, rechazando la teocracia, que identificaba el reino de Dios con el Estado y sus pretensiones totalitarias. Los primeros mártires practicaron esta audacia por excelencia y hasta el extremo, lo que hoy llamaríamos objeción de conciencia. Este rechazo del Estado totalitario no significa el rechazo anárquico de las instituciones necesarias para el bien común.
En definitiva, no hay libertad sin verdad que debe decirse con absoluta franqueza.
Para una presentación detallada de la “parresía”, ver: https://www.laciviltacattolica.es/2022/10/07/parresia-la-libertad-de-palabra-en-el-primer-cristianismo/
Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador
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