Adiós a un maestro, Héctor Fernández Álvarez
El 16 de noviembre nos dejó Héctor Fernández Álvarez, a quién tuvimos la suerte y honor de contar como miembro externo de nuestra Comisión Académica de Doctorado y Profesor Titular del seminario de Psicoterapias de nuestro Doctorado en Psicología de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía. Bien decimos suerte y honor, ya que Héctor trabajó generosamente con nosotros al tiempo que colaboraba con todo tipo de instituciones ligadas a la psicoterapia de vanguardia: asociaciones profesionales, consejos internacionales y/o universidades de los cinco continentes.
Resulta difícil hacer una semblanza sintética de Héctor, por todo lo que hizo por y para la psicoterapia en nuestro país, para nuestro continente y a nivel mundial. Pese a iniciar sus estudios en letras, prontamente viró a la psicología recibiéndose en 1968 en la Universidad de Buenos Aires, se inició en la práctica clínica de la mano del autismo en una institución privada y a partir de allí comenzó un derrotero que no dejó institución sin recorrer. En sus inicios fue concurrente del Hospital de Clínicas y trabajó con niños en el Hospital Piñeiro. En 1977 decidió conformar la Fundación Aiglé, institución pionera en la articulación del trabajo clínico con la investigación empírica en psicoterapia en la República Argentina y en el continente. En relación con su lineamiento epistémico en el campo de la psicoterapia podemos nombrar un póker de obras de Héctor que marcan la impronta de sus intereses y aportes: Fundamentos de un modelo integrativo en psicoterapia (1992), La integración en psicoterapia (2004), Integración y Salud Mental. El proyecto Aiglé 1977-2008 (2015) y el Guía de intervención para los Trastornos de la Personalidad (2019). Pero estamos siendo injustos nombrando cuatro libros; su obra es realmente gigantesca más allá de estos y otros libros, y todo tipo de publicaciones en tantos medios académicos y universitarios de tantas latitudes y longitudes. Destacamos entre tantos premios y galardones recibido el Premio Sigmund Freud, otorgado por el World Council for Psychotherapy en Viena en 2002, y la distinción otorgada por la Universidad de Buenos Aires en su bicentenario como docente destacado en 2021.
María Verónica Brasesco, quién había sido alumna-ayudante de Héctor mientras cursaba la carrera de grado, lo convocó a formar parte de la Comisión Académica del Doctorado en Psicología en 2011, él aceptó ser miembro externo de esa comisión. Tuvimos la fortuna de trabajar con él, cada palabra, cada idea, cada criterio, se articulaba en alguna o varias de sus incontables experiencias, charlas o anécdotas que podrían haber ocurrido en Austria, Australia, Guatemala, Estados Unidos, España, China, Rosario, Santiago del Estero o cualquier barrio porteño, aunque especialmente en Belgrano o Barrio Norte. Entre sus grandes talentos se destacaban dos. La primera, esa peculiar ductilidad con la que toda persona era esperada como interlocutora válida, como una actitud espontánea antes de iniciar cualquier diálogo, lo que se sintetiza en una cualidad tan básica como fundamental y difícil de encarnar: la apertura desprejuiciada. La segunda, que era el fundamento de la primera, una profunda humildad, la humildad de los grandes. Siempre su opinión sincera y generosa cumplía un rol de aporte orientador desde el lugar que fuera. En 2016 tomó el Seminario de Psicoterapias junto con Mariana Maristany. Como docente volvió a sorprender con su compromiso, respondiendo todos los correos, las lecturas de tesis, atento y dispuesto para todo lo que se precisaba, siendo siempre de los primeros, al mismo tiempo que uno se imaginaba la bandeja de entrada de sus mails: cuántos y que diversos mensajes le llegarían por día. No siendo suficiente esto, entre los aportes más recientes a nuestra Facultad debemos nombrar la Diplomatura Superior Universitaria en Supervisión Clínica que inició este 2023 y que constituye otra instancia de formación esencial para los clínicos de todas las orientaciones.
El miércoles 15 a la tardecita Héctor fue sorprendido por un paro cardíaco mientras se disponía a ingresar al Teatro Colón de nuestra querida Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Quién sabe a dónde iría a cenar después, o si estaba pensando en el encuentro del día siguiente con los pacientes de su grupo terapéutico, pensando en el partido de la Selección Argentina de fútbol o la clasificación de su querido Club San Lorenzo de Almagro a la Copa Libertadores. Héctor luchó unas horas, pero en la madrugada del jueves 16 nos dejó. Solo nos queda despedirlo y añorarlo, adiós al maestro, su ejemplo e impronta quedan en nosotros. Héctor, te recordamos con alegría y contamos con tu legado para seguir dialogando.
Comisión Académica del Doctorado en Psicología
Facultad de Psicología y Psicopedagogía, Universidad del Salvador (USAL)
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