De Francisco a León XIV: continuidad en clave de reforma sinodal
Con la elección del cardenal Robert Prevost como nuevo Obispo de Roma, la Iglesia Católica comienza una nueva etapa bajo el nombre de León XIV. Este nombre guarda una fuerte carga simbólica y teológica que vale la pena comprender en profundidad. No se trata sólo de una referencia histórica, sino de una señal de rumbo: un nuevo Papa que se reconoce heredero de una tradición de compromiso social, cercanía con los pobres y reforma eclesial.
El Papa León XIII
Para entender la elección del nombre, hay que mirar hacia el pasado.
El nombre León nos remite inmediatamente a León XIII, pontífice de la Iglesia entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Fue él quien, en la agitada Revolución Industrial, supo levantar la voz profética del Evangelio: ni el liberalismo salvaje ni el comunismo totalizante ofrecían una solución justa para la dignidad humana y los trabajadores.
Así nació la Doctrina Social de la Iglesia como tercera vía, capaz de defender los derechos del trabajador, la centralidad de la familia, el rol del Estado, y el principio de subsidiariedad y solidaridad.
Al tomar el nombre León XIV, el nuevo Papa parece reconocer esa raíz doctrinal como un punto de partida para los desafíos de hoy. En tiempos donde la desigualdad, la exclusión y el descarte siguen golpeando con fuerza, este gesto parece indicar que la Iglesia seguirá levantando la bandera de la justicia social, no como un tema más, sino como parte esencial de su misión evangelizadora.
Fray León
Pero la elección de este nombre también resuena en clave franciscana. San Francisco de Asís tenía en Fray León a uno de sus más íntimos compañeros. Él fue testigo de sus noches de oración, de sus lágrimas, de sus búsquedas. Era el amigo silencioso, el confidente humilde.
El Papa Francisco, al tomar su nombre, también evocó esta figura sencilla y entrañable. Que hoy vuelva a sonar en el Papado esa referencia, no deja de ser una señal de sintonía con el espíritu del “Poverello”: una Iglesia pobre para los pobres, fraterna, despojada, centrada en Cristo.
Un agustino
León XIV se ha presentado públicamente como agustino. Esto añade un tercer eje espiritual a su perfil. La espiritualidad de San Agustín, tan profundamente interior y comunitaria, destaca la búsqueda de Dios en el corazón humano, pero siempre en vínculo con los hermanos.
Para San Agustín, no hay verdadero conocimiento de Dios sin amor, y no hay verdadera comunidad sin verdad compartida. Los agustinos, como Orden, asumen esa doble exigencia: formar comunidades de búsqueda, donde la interioridad y el compromiso con la historia se encuentran.
La Sinodalidad
Así, en el cruce de estas tres fuentes —la doctrina social de León XIII, el espíritu franciscano de Fray León, y la interioridad comunitaria de San Agustín— se puede leer un perfil coherente del nuevo Papa. Nada de esto parece improvisado.
Escuchando sus primeros discursos se encuentran ecos directos del Magisterio de Francisco: la centralidad de la sinodalidad, la opción por los últimos, la necesidad de reformar estructuras, la apuesta por una Iglesia que no se encierre en sí misma.
La sinodalidad, como insistía Francisco, no es una moda eclesiástica ni una estrategia organizacional: es la forma misma de ser y vivir en la Iglesia para las próximas décadas. Es caminar juntos, escuchar y discernir en comunidad.
No se trata solo de una experiencia reservada al Vaticano o a los sínodos episcopales. Se trata de un estilo de vida eclesial que debe tocar a las parroquias, movimientos, comunidades religiosas, capillas y centros educativos, también Universidades.
Es una Iglesia donde no solo decide el que tiene el poder, sino donde todos aportan sus carismas, especialmente laicos, religiosas, jóvenes, matrimonios, ancianos, catequistas, docentes.
Caminando en la Esperanza del Jubileo
León XIV no llega para comenzar de cero, sino para continuar y profundizar la reforma sinodal de Francisco, ya en marcha. Su elección reafirma un camino de coraje y creatividad en el anuncio del Evangelio y de lectura atenta de los signos de los tiempos.
En el contexto del Jubileo de la Esperanza 2025, su pontificado nos invita a vivir este tiempo como oportunidad: para consolidar procesos, fortalecer la sinodalidad y renovar el compromiso con una Iglesia abierta, misionera y cercana.
Seamos también nosotros, como comunidad de la Universidad del Salvador, parte de esta esperanza que se construye caminando juntos.
Mg. Agustín Podestá
Vicerrectorado de Formación
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