“Entrega de Diplomas a Profesores Eméritos de la Universidad”
El 22 de junio en el Aula Magna de la Facultad de Medicina se llevó a cabo la “Entrega de Diplomas a Profesores Eméritos” de nuestra Universidad.
El Acto estuvo encabezado por el Rector, Carlos Ignacio Salvadores de Arzuaga, quien estuvo acompañado en el estrado por la Vicerrectora Académica, Romina Cavalli; la Vicerrectora de Investigación y Desarrollo, Luciana Tondello; y la Secretaria General, Liliana Martínez.
Además, estuvieron presentes los miembros del Consejo Superior de la Universidad del Salvador, Directivos, Académicos y docentes de nuestra Casa de Estudios, acompañados por familiares, amigos e invitados de quienes recibieron sus diplomas.
El encuentro comenzó con una interpretación musical a cargo del Ensamble de Vientos de la Orquesta Sinfónica de la Universidad, integrado por profesores y alumnos: Paula Eichenbaum en Flauta; Patricia Rossomando en Oboe; Mauricio Orieta en Clarinete; Daniel Piazza en Fagot y Andrés Bercellini en Corno. Interpretaron “Golliwogg’s cake walk”, de Claude Debussy; “Carinhoso”, de Pixinginha; y “Vals nº2”, de Dimitri Shostakovich.
A continuación, se recibieron a las banderas de ceremonia: la Bandera Argentina, portada por Javier Conigliaro, alumno de la carrera de Historia de la Facultad de Historia, Geografía y Turismo; la Bandera Papal, portada por Eugenia Pía Sobrado, alumna de la carrera de Medicina de la Facultad de Medicina; y la Bandera de la Universidad del Salvador, portada por Mía Leguizamón, alumna de la carrera de Psicología de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía.
Luego de entonar las estrofas del Himno Nacional, hizo uso de la palabra la Dra. Susana Otero, en representación de los Profesores Eméritos: “La verdad que es un honor muy grande estar en este momento aquí pero también es una responsabilidad y compromiso enorme que mis palabras puedan abarcar lo más posible el sentir de todos los Profesores Eméritos aquí presentes.
Primero quiero Transmitir qué es ser Emérito y la constitución de su sentido. Segundo voy a Transmitir lo que significa ser reconocido como tal.
El ser profesor Emérito remite en principio al ser humano que es un ser histórico porque es un ser temporal (presente-pasado-futuro), de modo que toda constitución de sentido en él tiene un comienzo histórico por su origen en un acto determinado en el que se produce la formación espiritual primitiva de su sentido mismo. Es decir, en la estructura temporal de la conciencia la forma del presente no le debe su ser a la forma pasada de la retención, pero si le debe a esta constantemente el poder volver y reflexionar sobre él. Gracias a la retención podemos mirar en retrospectiva lo transcurrido y sostener la proyección de lo mismo. Se retiene todo aquello que es histórico porque al ser un producto del acto creador humano acontece en un momento y espacio determinado, y, de este modo, podrá ser reactivado, en virtud del lenguaje y el recuerdo con el mismo sentido originario. La memoria en tanto retención y rememoración es el supuesto innato y condición formal de toda habitualidad y sedimentación de histórico individual y/o social.
En este contexto la génesis de la constitución del ser Profesor Emérito en cada uno de nosotros estaría en un preciso momento, es decir, en el acto en que cada uno de nosotros elegimos estar, pertenecer y permanecer compartiendo los valores y la trayectoria histórica de la Universidad. Al menos en mi caso cuando ingreso a la Universidad hace 37 años recuerdo que estaba el Padre Marangoni, y fue muy importante para mí saber que los principios de la Compañía de Jesús constituían la base de la formación, presente en el sentido intelectual y espiritual del lema de la Universidad: “Ciencia a la mente y virtud al corazón”.
En este sentido, quiero destacar tres concepciones básicas de la Compañía que pienso compartimos todos los aquí presentes y por ello formamos parte de la historia de esta querida comunidad. Me refiero a: la inculturalidad en función del sincretismo cultural, la pluralidad religiosa e ideológica en la articulación de las diferencias, y la libertad para el autodesarrollo personal y profesional de cada uno de nosotros en el contexto de la Universidad.
Ahora paso al Reconocimiento del ser Emérito por parte de la Universidad.
Teniendo en cuenta los modos de ser de la memoria, me interesa transmitir aquí lo que significa el recuerdo como reconocimiento, según Casey. Es decir, el recuerdo como reconocimiento es una actividad orientada al presente, delimitando su contenido especial. La experiencia de los hechos pasados de cada uno de nosotros es presupuesto como tal en la experiencia actual misma, aunque ello no sea manifiesto, ni surja ningún recuerdo especÍfico del mismo. La referencia al pasado esta siempre junto-a y es parte-de su verdadero contenido en la experiencia actual. En la actualidad el presente, domina y prevalece sobre el pasado y el futuro. Pero recibe la ayuda de estos en la constitución del mismo, al contribuir estos con dos factores básicos para el presente. Estos factores son la disponibilidad de lo pasado retenido –como la historia de cada uno de nosotros- y la consolidación en la reiteración de lo producido (habitualidad y sedimentación).
Es decir, ambos modos – presente y pasado- están relacionados en virtud del reconocimiento: el pasado y presente, están asociados de tal modo que la verdadera diferencia entre ambos es constitutiva de su mutua relación. El modelo que abarcar la relación entre pasado y presente en el reconocimiento es el de la fusión. Todo se fusiona en el reconocimiento decisivo concreto y real.
En este sentido, me parece que hoy más que nunca tenemos que ser conscientes que el pasado histórico de cada uno de nosotros y el pasado histórico de esta comunidad están en el presente reconocimiento actual que nos proporciona el Sr. Rector Dr. Carlos Ignacio Salvadores de Arzuaga y las autoridades presentes de esta querida Universidad. ¡Muchas Gracias Dr. ¡Por este reconocimiento en nombre de todos los Profesores Eméritos presentes!! Y gracias a todos los presentes por estar compartiendo este momento tan significativo para nosotros y con nosotros!”.
Acto seguido, el R.P. Juan José Milano procedió a la bendición de Diplomas. Luego, el Rector de la Universidad, Carlos Salvadores de Arzuaga, señaló: “Es un honor presidir este solemne acto académico de entrega de títulos de Profesores Eméritos de nuestra Universidad.
Su designación, previa consulta a nuestro Consejo Superior, y el otorgamiento de los diplomas que la acreditan, constituyen nuestro sentido homenaje de reconocimiento a su trayectoria y a sus méritos en la docencia y la investigación en nuestra Universidad.
Valoramos su fidelidad a la vocación de enseñanza y de investigación, a la que han consagrado sus vidas, así como su sentido de identidad y pertenencia a nuestra Comunidad.
Digo vocación y no trabajo, pues en la vocación reposa lo sagrado de la educación. Lo que no se pierde, lo que es de cada uno de ustedes y los dignifica.
Digo pertenencia, que no es estar, permanecer, o sólo formar parte, es mucho más, es que los ideales, los intereses y las necesidades de los otros los toman como asuntos propios.
Es la vocación y la pertenencia lo que distingue a un Profesor Emérito de la Universidad del Salvador.
Apreciamos igualmente el testimonio de sus vidas, como forma de educar que no se agota en la palabra, sino que se traduce en el ejemplo del ejercicio de la libertad y de la responsabilidad para las que se educa.
Hoy, más que nunca, ante los avances de la ciencia y la técnica, que condicionan nuestras relaciones de convivencia y nuestro orden de valores, es el profesor, con su saber especializado, su experiencia profesional y su modo de vida, quien clarifica a los alumnos el verdadero sentido del conocimiento y de la dignidad humana.
Referirnos a las cualidades de nuestros profesores eméritos, es trazar de alguna manera el perfil del educador que nuestra Universidad necesita, para impulsar con nueva fuerza su proyecto educativo.
No develo ningún secreto al afirmar la importancia del profesor, del investigador y de los académicos, en orden al cumplimiento de los fines de la Universidad, sobre todo en el actual contexto que siguiendo a Su Santidad se advierte una desconexión con la realidad, el abandono del prójimo, fruto del narcisismo que lleva a la cultura del espejo; el desánimo que hace quejarse de todo y no se vea lo que rodea ni lo que ofrecen los demás; el pesimismo, que es como un portazo que se da al futuro y a la novedad que este puede albergar
Ello sin duda demanda de educadores, profesores con vocación y pertenencia para formar jóvenes que sean motores para el cambio el social.
Son precisamente nuestros profesores -protagonistas de esa relación tan significativa maestro-alumno- quienes hacen tangibles los rasgos de nuestro obrar universitario. De ahí que si hemos de reconocernos en nuestros símbolos, no tengo duda de que profesores e investigadores constituyen una fecunda cantera para tal reconocimiento.
Me permito citar a Hanna Arendt, quien expresa: “La autoridad del educador y la competencia del profesor no son lo mismo. Aunque para que haya autoridad es indispensable un mínimo de competencia, ésta, por muy grande que sea, nunca puede por sí sola dar lugar a la autoridad. La competencia del profesor consiste en su conocimiento del mundo y en su capacidad de transmitir este conocimiento a los demás, más su autoridad radica en su asunci6n de la responsabilidad para con ese mundo.
Es esta de síntesis de educador profesor la que inspira la existencia del Emérito.
Estamos transitando los 65 años de nuestra Universidad, fundada en la libertad de enseñanza que marca la Constitución Nacional y que asume, al mismo tiempo, la tradición educativa de la Iglesia Católica Apostólica Romana que, en nuestra Patria y en nuestra América, es fundacional.
Nacimos en la diversidad inculcada por la Compañía de Jesús, y consolidada en nuestra Carta de Principios dada por el R.P. Jorge Bergoglio SJ.
O sea, la riqueza de la diversidad que se anticipó a la sociedad plural que hoy, ya avanzado el siglo XXI, es un valor.
¿Por qué es un valor? Porque implica apertura, inteligencia, innovación y nos impulsa a mejorar y fortalecer día a día la excelencia académica o mejor dicho en términos ignacianos a buscar el magis, mejorar nuestras capacidades o aptitudes para servir a los demás, al prójimo.
A nuestra historia, fundada en estos principios, está indisolublemente unida, entre muchas otras, la vida de cada uno de nuestros profesores eméritos, porque ellos se han hecho en nuestra institución y, a su vez, han puesto su tiempo y sus talentos para edificarla.
De ahí que este homenaje encierre la alegría del reencuentro, así como una sentida evocación de un tiempo y una historia.
Son estos sentimientos los que nos llevan a unirnos con todos aquellos hombres y mujeres que en el camino andado abrevaron del espíritu de “El Salvador”, y vivieron con orgullo el ser miembros de nuestra comunidad educativa.
Podemos ver en la tarea de nuestros profesores eméritos, sumada a la de directivos, académicos y personal administrativo, una acción comunitaria histórica.
Pero la historia de nuestra Universidad nunca está terminada. Continuamos escribiéndola, abriéndonos a lo nuevo, aunque sin desdeñar nuestro presente, nuestro pasado y mucho menos nuestras tradiciones.
Ante los nuevos desafíos, seguimos construyendo nuestra Universidad, con la conciencia de que este permanente ejercicio creativo nos exige movernos dentro de la tensión entre la novedad y la continuidad. Para vislumbrar, ciertamente, nuevos derroteros y actualizar nuestro compromiso como centro del saber, pero aprovechando al mismo tiempo tanta riqueza acumulada a lo largo de su existencia.
Si algo ha aportado la Universidad del Salvador a nuestra sociedad desde su misión educativa, ha sido su esfuerzo permanente en la búsqueda de respuestas válidas a los cambiantes problemas de su devenir histórico. No sólo renovando los contenidos de sus programas educativos, sino, ante todo, rescatando el sentido profundo de lo humano en las decisiones que dichos cambios reclaman.
Como mujeres y hombres identificados con nuestra Universidad, desde su nuevo rol, nuestros profesores eméritos sabrán contribuir con su acompañamiento y positiva integración, para que ella siga siendo un ámbito de síntesis generacional que aporte a la sociedad argentina un testimonio de unidad.
Por nuestra parte, quiero reiterarles nuestro agradecimiento por “dar” y “darse” con generosidad y sencillez a nuestra Universidad y a sus alumnos, en todos estos años de servicio activo, comprometido, diligente y creativo.
Queridos Profesores Eméritos: con estos sentimientos de vivo aprecio y alta estima, reciban ustedes este homenaje de admiración y cariño.
Reciban este homenaje de su Universidad, simbolizado en el diploma que hoy los será entregado.
Que Dios los bendiga y San Ignacio los acompañe”.
Para finalizar, se entregaron los Diplomas a los Profesores Eméritos:
Facultad de Ciencias Jurídicas:
Alfredo Ezequiel Bollón y José Dobovsek.
Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales:
Enrique Jorge Luco Contestín.
Facultad de Historia, Geografía y Turismo:
María Susana Bosio, Jorge Juan Busquets, Alicia María De Arteaga, María Susana Morón, Nélida Rosa Pareja, María Carmen Pereyra Barrancos, Enrique Adolfo Rossetti y Daniel Américo Sabio.
Facultad de Medicina:
Héctor Edgardo Barberis, Julio Alberto Berreta, María del Carmen Binda, Kumiko Eiguchi, Alfredo Fernández Marty, Marta Gloria Gómez, Jorge Alberto Herrera, Guillermo Federico Márquez, María del Carmen Martínez, Ana María Perkins, Ana María Rancich, Cecilia Rodríguez Moncalvo, Jaime Israel Rosenberg, Guillermo Horacio Rossi, Liliana Graciela Turcot y José Rubén Zanchetta.
Facultad de Psicología y Psicopedagogía:
Silvia Ofelia Baeza, Norma Griselda Miotto, Susana Otero, Susana Laura Russo y Juan Eduardo Tesone.
Facultad de Ciencias Sociales:
María del Carmen Ramos, Ana Emérica Seitz y Daniel Omar Tambone.
Facultad de Ciencias de la Educación y Comunicación Social:
Norberto César Beladrich y Hugo Máximo Santarsiero.
Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias:
Francisco Javier Blanco Viera y Jorge Miguel Miquet.
Escuela de Lenguas Modernas:
María Cecila Donati y Héctor Valencia.
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