“Hay una dimensión de creer en sí mismo que es muy importante, que a mí me enseñó la vida”. Gabriela Wagner
Gabriela Wagner además de ser Licenciada en Musicoterapia y exDirectora de la misma carrera en la Universidad del Salvador (USAL), se define en sus palabras como: “mujer, mamá, esposa, abuela y Profesora Emérita”. En diálogo con la Secretaría de Prensa, nos comparte su mirada acerca de la música, la medicina, la ayuda al prójimo y la multiplicidad de su carrera profesional.
La Profesora Emérita es activa, entusiasta, emprendedora de corazón. “Creo que el regalo más hermoso que Dios me dio, a pesar de todo, es el entusiasmo”. Cuando le preguntamos acerca de sus inicios universitarios, la respuesta nos sorprendió: “Yo me inscribí a la Universidad del Salvador para estudiar Psicología, en el año 1966. Eran momentos muy especiales, en los cuales era muy difícil estudiar. En esos años había una coexistencia entre posicionamientos católicos estrictos y las de liberación revolucionaria”. A pesar de las dificultades de un país tumultuoso, Gabriela Wagner siempre tuvo en claro que quería estudiar y formarse: “Lo más importante es que seguí estudiando en el Conservatorio, formándome como violonchelista. Así que tenía que trabajar y por otro lado seguir con mis estudios de música. Pensé “¿Qué puedo hacer realmente efectivo y bueno por el país?” entonces más que militar me metí en el Profesorado para la Enseñanza Elemental”. Así fue como encontró la forma de mantenerse activa desde sus acciones: “Esa fue mi manera de retomar los estudios y de seguir entendiendo que era activa en la sociedad. Todos nosotros pensábamos que íbamos a salvar el mundo. Yo vine de Hungría y conocí todas las consecuencias de lo que son las ideologías. Profundamente creo que el ser humano necesita educación y necesita independencia para poder desplegar lo que realmente Dios les dio que es una enorme potencialidad para poder ser”.
De esa época, Gabriela recuerda su pasado con orgullo: “Me sentí muy independiente en mis cosas, siempre toda la vida creí en la profunda libertad, en la libertad de conciencia. Por otro lado, a mí me gustaba mucho viajar. Hice una peregrinación a Lourdes, un viaje increíble para mí, haber ido a Europa. Sí, hice muchas cosas antes de la carrera”.
Un tiempo después de dejar Psicología y formarse en los profesorados de Música y Enseñanza Elemental, volvió a inscribirse en la USAL, esta vez en la carrera definitiva, Musicoterapia. Gabriela pasó por distintos trabajos mientras estudiaba y muchas veces se acercó a la Universidad para ver como juntaba sus dos hemisferios, su musicalidad y su profundo interés por la psicología y la educación especial, que tiene que ver con las personas con diversidad funcional a ser incluidas en el sistema educativo. “Cuando se reabrió la carrera de musicoterapia, en el año 1972 yo era alumna del Profesorado de Música del “Collegium Musicum”; uno de mis profesores el Maestro Antonio Yepes, gran pedagogo musical, mi madre, también Gabriela, precursora en la difusión de la concepción Kodály y un libro de Juliette Alvin, “La musicoterapia” tuvieron una gran influencia en mi elección. Esta última, fue alumna de Casals, como lo fue mi primer profesor de celo, y fue la fundadora de la Asociación Inglesa de Musicoterapia. Su figura fue una inspiración decisiva para mí. En entonces el Director de la Carrera era el Dr. Rolando Benenzon, quien fundó la carrera de Musicoterapia en 1966, en la Universidad del Salvador, junto con un grupo de profesores de música muy destacados en la Argentina. Las carreras universitarias de Fonoaudiología y Musicoterapia de la USAL abrieron en 1967 en el marco de la Facultad de Medicina. Eso fue revolucionario para la época. De hecho, la USAL siempre se destacó por incluir la carrera de Musicoterapia desde sus inicios en una Escuela de Disciplinas de la Salud relacionadas con la Medicina.
Apenas me recibí comencé a trabajar en el equipo del Dr. Rolando Benenzon y, actualmente, continuamos trabajando juntos en varios proyectos y somos amigos”.
También recuerda con gran aprecio al Santo Padre Jorge Mario Bergoglio, “tuvo siempre estrecha relación con la USAL. Por un lado, como Superior Provincial de la Compañía de Jesús, y por el otro, después de la transferencia de la USAL a una Asociación Civil de Laicos (1975/76) como Rector de las Facultades de Filosofía y Teología del “Colegio Máximo del San Miguel”. Eso fue en los años ochenta. Pero nunca de desligó. También recuerdo las Misas que brindaba para la Comunidad de la Universidad y alumnos”.
¿Qué significa la musicoterapia para usted?
Yo comencé a estudiar música en Hungría. Allí, la música era el símbolo de la libertad. Dentro del ámbito del arte, no tener que doblegarte siempre hacia el sistema político en el cual estas. La música es la simbología de las posibilidades. Cuando llegué a la Argentina por supuesto que seguí. Vengo de una familia donde la música es parte de la cultura. Y mi mamá era profesora de música también. Entonces acá en el país, lo primero que me conectó con amigos y con compañeros, aun cuando no hablaba castellano, era la música. Estuve en el coro, en la orquesta del “Collegium Musicum” de Buenos Aires, que fue un gran semillero de grandes músicos. Ante esta pregunta, yo tengo una idea: que la música forma parte de cada uno de nosotros. Y en algunos casos, es la única manera en que una persona puede comenzar a comunicarse.
La musicoterapia es como todas las terapias, utilizar los diferentes canales que tenés a tu disposición para comunicarte. Cuando hacemos música, si lo miramos con un PET (Tomografía de Emisión de Positrones) vamos a ver que se iluminan varias áreas de nuestro cerebro, es como una fiesta luces. Esto se debe a que esta técnica nos permite una visión dinámica de la actividad y el funcionamiento cerebral. Las luces indican que hay consumo de glucosa o sea actividad cerebral. Hacer música te involucra con una totalidad increíble. Te da la sensación que formas parte de algo mucho más grande a la vez que permite procesos de autoreconocimiento profundos. Entonces creo que la aplicación de la experiencia musical con la idea de un proyecto terapéutico es la musicoterapia. Siempre vamos a tener una actitud científica para hablar de musicoterapia. Tiene que estar llevado a cabo por una persona capacitada especialmente para utilizar esta experiencia musical, este “musiquear” que nos involucra y es multisensorial. Lo auditivo es sólo parte. Fíjate cuando cantas o vas a un boliche a bailar, la fantástica experiencia de conectar con otra persona. De improvisar en la danza, una comunicación no verbal. Todas estas cualidades de la experiencia musical hacen que puedan ser utilizadas con fines terapéuticos.
Hay una palabra que usted usa, el musiqueo ¿A qué se refiere?
El “musiqueo” refleja una postura filosófica. Si uno dice “yo hago música” la música está afuera. Si utilizas otras palabras de otras culturas, como en húngaro que es “zenélni”” por ejemplo. Entonces te contempla a vos, tu cuerpo, tu mente, como activo, y la música está dentro tuyo, y no afuera. Musiquear es un término que se usa también en el norte argentino, cuando la gente se junta a hacer música en forma improvisada, espontánea. En el caso de la musicoterapia, para mí representa esta realidad de que la música está dentro nuestro, y que nosotros interactuamos a través de la música, no como un producto que está afuera, porque yo no hago música, yo soy música.
Otra palabra que acompaña a su discurso es la musicalidad ¿Podría definirla?
Es una teoría filosófica, así como está el Homo ludens, está el Homo musicalis. El ser humano es una unidad biopsicosocial espiritual, y no todo es palabra. El arte, la música, la danza, la oración, son todas necesidades de esta unidad. Entonces la musicalidad es innata, es la disposición que uno tiene para hacer música. Que después lo vas a desarrollar de acuerdo a tu perfil, pero la posibilidad es innata. Es tan innata, que es previa incluso a la palabra.
¿Cuáles son los mitos sociales respecto de la musicoterapia?
La musicoterapia, para que sea terapéutica, tenés que pensarla en un proceso. No en una ocasión. Este proceso tiene que ver con objetivos que en realidad no son musicales, sino de crecimiento humano. Y puede estar fundamentado desde distintas escuelas, sea la psicoanalítica, o existencial. Pero en realidad, yo personalmente creo, que la experiencia musical tiene la importancia de la comunicación pre verbal, previa a la adquisición del discurso verbal. La musicoterapia y psicología de alguna manera se complementan y tienen áreas que comparten. La musicoterapia aporta constantemente a la psicología de la música, por ejemplo. Hay áreas en las cuales se tienen que ir especializando. Una es el área de las neurociencias, muy novedosa y concreta de la experiencia musical. Todo lo que nos aportan las neurociencias, las teorías de la mente que de alguna manera hablan de una dinámica, de la creatividad. El movimiento de incluir la música como una actividad humana que puede ser además observable hoy en día desde las tecnologías de observación de la mecánica del cerebro.
¿Qué es lo que la llevó a abordar la musicoterapia para ayudar a otras personas?
Soy la primera de las Musicoterapeutas argentinas que trabajó desde las neurociencias, tengo publicaciones sobre eso. Soy precursora en la musicoterapia neurológica. Ya desde la década del ‘80 tengo publicaciones acerca de este tema. Durante la pandemia escribí un artículo, junto con un grupo internacional de especialistas en afasiología, en donde hablo de la evaluación neurosonoro musical, que en realidad es una guía para reconocer y valorar el perfil musical de las personas con lesiones cerebrales de diferentes etiologías. Lo propuse yo y está aceptado en muchos lados del mundo.
La misma palabra terapia te lleva a buscar una relación en donde de alguna manera te formas para ayudar a una persona. Uno de los contextos de trabajo de un musicoterapeuta son los hospitales. En mi caso, trabajé en el Hospital de Clínicas más de treinta años. Trabajé en instituciones donde se enfocaban en niños autistas y en instituciones geriátricas, o sea en muchas de las áreas donde de alguna manera la sintomatología principal era el aislamiento. Durante los años 2000, con el equipo del Hospital de Clínicas, nos dirigimos al trabajo comunitario. El primer ámbito (en vez de contexto para que no se repita) comunitario era el Sipam (Servicio Inter Parroquial de Ayuda Mutua) que atendía a personas sin hogar. Después con el mismo equipo fuimos parte de la red Familia Grande Hogar de Cristo, que abarca muchos dispositivos, entre ellos el Barrio 1-11-14 y el Barrio Zavaleta, en donde hay adicción a sustancias psicoactivas. Y lo que nosotros hemos intentado es trabajar en esos contextos acompañando a las personas. Esta organización dispone también de casas especiales para acompañar situaciones especiales. La Casa de la Libertad es para acompañar en su proceso de reinserción social a personas que fueron privados de su libertad y la Casa Animí, para personas transgénero. Y sigo trabajando con personas transgénero, en el mismo dispositivo. De hecho, estoy desarrollando una tesis sobre cómo la percepción de género quizás pueda ser estudiada con mucho cuidado y respeto a través de historias sonoro musicales, donde la subjetividad está muy manifiesta. Mi hipótesis sería que este conocimiento y acompañamiento de estas personas a través de sus momentos de crisis, puedan ayudar a comprenderlos y a su vez prevenir de alguna manera, que los discursos de personas que no conocen la temática, influencien en forma perjudicial a lo largo del proceso. Este es mi sueño, que forme parte de lo que es su relación con la música, la evaluación psicológica, la evaluación como persona, el contacto, y la comprensión de ese otro que se percibe diferente.
Desde su rol de profesora emérita en la USAL ¿Qué valores claves transmite a sus alumnos de musicoterapia?
Hay algunos valores que yo les transmito a través del fenómeno musical. Por ejemplo, el respeto a la vida desde el primer momento en la concepción. En un embrión, las células responden a la música. Otro valor muy importante es la experiencia musical que te da un entrenamiento en el respeto al otro. Si tocas música con las personas, escucharse es fundamental. Si no escuchas al otro no podés responder. Y otro valor es el del esfuerzo y la libertad. Como trabajé mucho tiempo con personas con discapacidad, por ejemplo, a un niño con parálisis cerebral lo primero que le enseñamos es que cuanto mayor es tu independencia más libre sos. Esa es la meta. Desde el punto de vista del alumnado, para mí es muy importante transmitir “el no el paternalismo”. Sino esa fuerza de que vos podes, podes ser independiente y podés ser libre. Creo que son valores fundamentales que condicen totalmente con lo que sería una visión cristiana. Por otro lado, yo siempre hablo en la Universidad, de la unidad biopsicosocial y espiritual de la persona, en un contexto histórico y en una cultura dada. Donde los gustos musicales, la manera de estar con el otro van a estar determinados. La música es movimiento por lo cual es cambio en el tiempo. Y, la dimensión espiritual de la música tiene parámetros medibles también por lo que su uso puede ser incluido en forma científica por ejemplo en el control del dolor. La creatividad humana es una dimensión espiritual casi ilimitada. Obras magníficas han sido compuestas dedicadas a la vida espiritual humana. Lo espiritual en la música se da como una experiencia particular.
Bajo su punto de vista, ¿La Universidad ha cambiado su metodología en comparación a sus épocas de alumna?
La propuesta educativa de la USAL siempre fue una de cuidado de sus alumnos Entiendo que ese es uno los sentidos (en el sentido, tiene que ir en plural al cambiar el texto) de que haya que ir todos los días, estar presencialmente y que no tengas la problemática de los horarios. La Universidad del Salvador funciona asegurándose de que los estudiantes terminen sus estudios. Eso hace que la deserción de la carrera de musicoterapia (yo fui directora dos veces) en su momento fuera de un 13%. Eso es muy poco. Porque está ese compromiso con la Universidad, sabés que en ese momento vas a estudiar, vas a dar las prácticas. La previsibilidad siempre ha estado en la USAL.
En mi experiencia como alumna creo que fue muy interesante tener a los sacerdotes como docentes. Y luego pasamos a tener civiles, lo cual trajo cambios en la modalidad de cómo incluir temas religiosos. La Universidad siempre fue un espacio de inclusión. En cualquiera de sus momentos de funcionamiento, tuvo las puertas abiertas para todos los que pudieran aportar nivel y excelencia. Cuando fui Directora nosotros nunca tuvimos limitación para incluir profesores por su religión. En cuanto a la reforma de los planes de estudio finalmente en 2012 pude lograr como directora, que se incorpore la materia Musicoterapia y Medicina en el plan de estudios. Entonces, creo que la Universidad creció muchísimo en todos estos años en los que me sentí y me siento parte, ha aportado muchísimo a la sociedad. Ha tenido renovaciones, contribuciones extraordinarias.
¿Qué significa para usted ser Profesora Emérita de la Universidad del Salvador?
Creo que estar incluida en el sistema educativo, una vez jubilada, es una oportunidad enorme. Seguir trabajando con jóvenes me divierte muchísimo (se ríe). Me encanta discutir con la gente joven, repensar mi manera de ver el mundo. A mí me alegra mucho dar clases. Ser profesora es una oportunidad de estar con gente joven, de pensar, de intercambiar. Por supuesto que hay un programa, hay reglas, pero la dinámica de la educación pasa por otro lado en realidad. Eso es como un medio para ayudar a los demás a ser personas, a que desarrollen su manera de ver el mundo. Sin duda me fascina la docencia, porque es una interacción.
Cuando le preguntamos acerca de la relación entre música y medicina, Gabriela expresó que la medicina tiene que estar presente, pero que también debemos tener en cuenta todo lo demás que los pueblos hacen para estar mejor: “Las prácticas de mindfulness derivadas de prácticas de meditación orientales, de alimentación saludable de otras culturas, las músicas de diferentes culturas, o los encuentros musicales en África, por ejemplo. Todo lo que hace a la humanidad. Toda la experiencia humana es multisensorial. La música es multisensorial. Nunca es medicina, puede ser un estímulo. Y como estímulo exterior tiene que contemplar siempre la música interior. O sea, esa idea de que si una persona está deprimida y le ponemos una canción alegre va a cambiar su estado de ánimo, es totalmente falsa. Quizás lo que podemos hacer es resonar con ese mundo interno de la tristeza y a partir de ahí, paulatinamente ir llevando a la persona a otras posibilidades de interacción”
Hace unos meses atrás, Gabriela Wagner fue reconocida en España, de manera internacional por su trabajo como musicoterapeuta. “En España lo que gané fue una mención. Para mí fue muy importante porque me mencionaron como uno de los músicos terapeutas reconocidos mundialmente, junto con otros que conocí y admiré mucho como Marie Priestley, y el mismo Benenzon argentino, fundador de la carrera. Y ahí me nombraron como uno de los grandes.”
A su vez, ella recalca otros méritos que fue recolectando a lo largo de su carrera: “Donde yo creo que he tenido una hermosa trayectoria es en la Federación Mundial de la Musicoterapia. Como Presidente estuve tres años, y doce en total como parte del consejo. Soy una de las que más tiempo estuvo en el consejo, y esto se debe a que en el año 1993 me incluyeron como miembro invitado. Y entonces de esta manera estuve en distintas comisiones y llegué a ser Presidente de la Federación Mundial de la Musicoterapia y Presidente Mundial del Congreso de Musicoterapia que se realizó acá en Argentina en el 2008. Desde la Universidad del Salvador se pudo hacer una de las primeras jornadas de musicoterapia neurológica en este evento”.
Actualmente la musicoterapeuta se dedica a varios proyectos. Por un lado, junto a su equipo de trabajo que se originó en el Hospital de Clínicas, está enfocada en personas que durante mucho tiempo han estado hospitalizadas en el Hospital Moyano. Como si fuera poco se encuentra trabajando en el proyecto anteriormente mencionado, con mujeres transgénero, y como Profesora Emérita en la Universidad del Salvador. Es profesora invitada en el CEMIC. Entre risas nos comenta que no le gusta nombrar a modo de lista todos sus títulos y logros, no quiere “mandarse la parte”. Pero es importante resaltar que otra de sus ocupaciones es ser Presidente de la Asociación de Católicos Húngaros en Argentina. Y también es Presidente de las mujeres de A.D.A.R.B.A. (Asociación Damas Rotary Buenos Aires) Club donde se desempeña apoyando a jóvenes de la escuela media, no solo desde lo económico sino también para que terminen sus estudios y a su vez ayudarlos y orientarlos.
Para concluir, le pedimos a Gabriela que se definiera profesionalmente. Con el mismo entusiasmo que mostró a lo largo de la entrevista, la Licenciada lo resumió en tres cosas: Ética, resiliencia y alegría de vivir.
“Hay una ética que todo profesional de la salud debe seguir. Hay una dimensión de creer en sí mismo que es muy importante, que a mí me enseñó la vida de manera paulatina. Las experiencias de vida me han dado mucha resiliencia. Soy una persona resiliente. Y a raíz de eso tengo mucha alegría de vivir. Dios me da la bendición de tener alegría de vivir. Además, tengo una familia hermosa, con un marido, hijos y nietos. Si yo digo “bueno, mañana me levanto” quiero que tenga ese empuje. Esas son las tres palabras: la ética, la bendición de tener mucha alegría de vivir y la resiliencia”
Por Jazmín Martina Sily, estudiante de Comunicación Social de la USAL en el marco de las prácticas educativas de capacitación.
- Inicie sesión para enviar comentarios