Crisis climática global: antropocentrismo situado
El 4 de octubre el Papa Francisco ha publicado la exhortación Laudate Deum (LD, Alaben a Dios) que es a su vez la prolongación y actualización de la Carta Encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la Casa Común, dada a conocer en 2015. La exhortación, centrada especialmente en la crisis climática global, considera que no se han producido “reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”. La preocupación del Papa por el cambio climático va más allá de un planteo meramente ecológico pues sus consecuencias afectan la vida de los pueblos como “una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos”.
Francisco señala que nos hallamos ante una inusual aceleración del calentamiento en una sola generación, en que “un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial”. También indica que algunos niegan esta realidad y otros consideran que los esfuerzos por mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de combustibles fósiles, provocará una reducción de los puestos de trabajo. En realidad –contraargumenta Francisco– millones de personas pierden su empleo debido tanto al aumento del nivel del mar como las sequías y muchos otros fenómenos que afectan al planeta.
Paradigma tecnocrático
En LD se afirma el inocultable origen humano –“antrópico”– del cambio que se ha acelerado notablemente en los últimos cincuenta años, debido a la “desbocada intervención humana sobre la naturaleza”, provocando efectos “irreversibles al menos por cientos de años”. Ya en la Laudato si se había advertido que el “paradigma tecnocrático” está detrás del proceso actual de degradación del ambiente. O sea, un modelo basado en el poder tecnológico y económico que supone un crecimiento infinito o ilimitado donde la naturaleza es un objeto de uso desenfrenado y que destroza la armónica interacción del ser humano con el ambiente. No tener en cuenta esto último hace que el marketing y la información falsa, cuando se piensa iniciar un emprendimiento con altos efectos contaminantes, ilusionen en lo inmediato a los pobladores de la zona, pero no se les dice con claridad que quedarán en “una tierra arrasada”.
Reconfigurar el multilateralismo
Para para afrontar la crisis climática al igual que para “asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales” se necesitan “organizaciones mundiales más eficaces”, “un multilateralismo con eficacia estable” y mayor “democratización” en el ámbito global. Si bien –reconoce el Papa– la Conferencia de Río de Janeiro de 1992 estableció la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y desde entonces cada año los Estados se reúnen en la Conferencia de las Partes (COP), los avances han sido pocos en reducir emisiones de gases de efecto invernadero, pues no todas las prescripciones son obligatorias ni hay instrumentos eficaces para garantizar su cumplimiento. De este modo, las propuestas tendientes a asegurar una “transición rápida y efectiva” hacia formas alternativas de energía menos contaminantes no pudieron avanzar.
Por lo tanto, Francisco espera que la COP28, a realizarse en Dubai a finales de 2023, impulse un marcado apoyo a la “transición energética” hacia energías limpias como la eólica y la solar. Para ello es necesario tener “la valentía de producir cambios sustanciales” y superar “la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando”. En ese sentido la COP28 debería establecer formas vinculantes de transición energética que “sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente”.
Las motivaciones espirituales
En el último apartado de su exhortación, Francisco recuerda que la fe auténtica “transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado”. Esto implica que el ser humano respete los delicados equilibrios entre los seres de este mundo y capte la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones. Al mismo tiempo, manifiesta que, si bien “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres”, sin embargo, sólo es posible sostener un “antropocentrismo situado”, porque todos los seres conformamos “una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”. Es así que “la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación”, así terminamos con la idea de un ser humano autónomo, todopoderoso, ilimitado. Finalmente, hay que combinar –según Francisco– las grandes decisiones en la política nacional e internacionales y modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios que operan desde las profundidades de la sociedad.
Sobre los grandes desafíos ecológicos que enfrenta nuestro planeta, ver también: https://noticias.usal.edu.ar/es/sanando-la-tierra
Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador
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