En clave de “Magis”
Al comenzar un nuevo curso qué mejor actitud que renovar nuestra mirada, no solo sobre nuestros objetivos como comunidad universitaria sino también sobre el cómo alcanzarlos. La pedagogía ignaciana nos ofrece un “modo de proceder” que, además de otros aportes, sintéticamente se expresa con el término latino “magis”. Es decir, “más”. Si buscáramos un equivalente contemporáneo, en las ciencias del comportamiento y en las organizaciones, podríamos equiparar el magis con la “mejora continua”. San Ignacio de Loyola también usaba otras expresiones similares como "mayor servicio". Veamos entonces la experiencia de Ignacio y su propia evolución.
El joven Ignacio educado según los modos y costumbres de la nobleza, se identificaba con el espíritu noble-caballeresco que se vanaglorian por el "valer más" y el "ser mejor". A su modo, esas exigencias de superación se manifestaban en buscar hacer cosas grandes para servir al rey, lograr el amor cortés de una dama, la preparación administrativa para brillar en las cortes, ejercitarse en las armas, realizar grandes hazañas, ganar honra. Es decir, poseía una formación humanista y profesional que seguía los ideales típicos de los que podríamos llamar los líderes del siglo XVI en que sobrevivían muchos valores caballerescos, en especial un gran deseo de "fama".
Ignacio –sin poder aquí desarrollar todo el proceso y mutación que experimentó– pasó de caballero-cortesano, herido y derrotado en el "ejercicios de armas", a los "ejercicios espirituales". Su narcisismo precedente –buscar la mayor "honra" personal– paradójicamente permanece, pero se redirecciona y le exigirá un continuo discernimiento
(ver: https://noticias.usal.edu.ar/es/%3Fque-significa-discernir%3F ).
De ese modo, irá sopesando sus motivaciones y deseos para realizar aquello que sea la “mayor gloria de Dios”. Descubrirá que en ese intento no existen unas condiciones preestablecidas, fijas y permanentes, sino que habrá que estar atento “a circunstancias de personas, tiempos y lugares”. El "grande y vano deseo de ganar honra" ha cambiado de objeto, pero no en su intensidad, priorizando lo universal sobre lo particular, buscando el camino por donde en todo momento y con más prontitud, se pueda servir más.
Por otro lado, hay que recordar que no hay dos glorias ni se contraponen (la de Dios y los hombres) sino que son evangélicamente inseparables entre sí. Así lo entendía San Ireneo: “la gloria de Dios es que el hombre viva” (Gloria Dei homo vivens). A la gloria de Dios se llega por el camino del “mayor servicio”, siendo útiles, eficaces y eficientes para que a nuestro alrededor haya vida, no muerte e injusticia.
Magis y “utilidad”
A través del tiempo, los jesuitas aplicaron algunas de estas consideraciones ignacianas en el campo de la educación, otorgando a ésta la meta de la “utilidad”, además del humanismo, la justicia y la fe. Justamente la “utilidad” recoge en buena medida el carácter dinámico del magis que implica "ir adelante", "crecer", "aumentar". Otras expresiones convergentes de Ignacio son la invitación a la plenitud y a una disponibilidad: "en todo", "por todos", "siempre”.
Ahora bien, la búsqueda de “lo mayor” o “lo mejor” como criterio personal e institucional para no caer en el “utilitarismo”, en la fantasía de lo imposible y en una falsa autorrealización, no hay que confundirlo –según Carlos Carbarrús sj– con el simple “plus” que está en el plano del “tener” o del “parecer”, sino en el plano del ser y del hacer que me convierte en alguien más auténtico y en disponerme a generar un mundo más humano. No hay que confundirse con una “excelencia” o “calidad total” porque gana público, hace quedar bien, da renombre, pero fomenta un tipo de súper-ego narcisista y una extrema competitividad.
Por el contrario, el auténtico magis implica buscar la mayor idoneidad y desarrollo de potencias y capacidades que, en aparente contrasentido se combinan, con el camino hacia el “minus”, pues “se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy” (Francisco, Gaudete et Exsultate, 169).
El magis ignaciano en el plano de la formación no desdeña el prestigio profesional, la necesidad de asegurarse un futuro económico, el querer mejorar, pero también advierte que ese saber más, o tener más, puede fácilmente degradarse y replegarse a esferas egocéntricas o a acciones destructivas. A mayor saber y tener, mayor responsabilidad de superarme a mí mismo y “en todo amar y servir”.
Mg. Eloy Mealla
Seminario Permanente Pedagogía Ignaciana
Vicerrectorado de Formación
Universidad del Salvador
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